Recuerdos, paisajes, figuras, escenas… Es este uno de los textos más hermosos que se ha escrito sobre nuestro país y del que se cumple un siglo desde su publicación. Una rareza en la obra juvenil de Lorca, pues precede al resto de sus obras y en él asoman ya muchos de los temas que llevará a la poesía y al teatro tiempo después: la melancolía de la memoria, el drama de la muerte, la esencialidad de los espacios, la ensoñación, la soledad de la ruina. Ciudades como Ávila o Granada, lugares silentes, casi fantasmales, que salen al paso del caminante, al igual que las iglesias, sepulcros, aldeas austeras o jardines ensimismados; a todo ello cubre con su velo poético este atento viajero que trata de fijar todas esas imágenes que le salen al paso. Su experiencia neoyorquina, que cristalizará de forma póstuma en el poemario Poeta en Nueva York, el gran libro de viajes de la literatura española del primer tercio del siglo XX, cierra vitalmente su ciclo ambulante. Se incluye, a modo de broche, su propio testimonio en la ciudad y datos extraídos de su correspondencia, pues ambos periplos por España y América, que marcaron el comienzo y el final de su vida, conforman una luminosa oda al placer de viajar que no ha perdido su belleza.
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