LA OBRA DE JEANNETTE MILLER VISTA
Cuando leí este libro quedé conmocionada. Aún sabiendo que Jit Manuel Castillo de la Cruz es un autor respaldado por sus publicaciones y premios, nunca imaginé que hiciera una investigación tan exhaustiva sobre mi obra y mis motivaciones. Las interpretaciones y clasificaciones que hace sobre lo que he escrito descubren, incluso a mí misma, formas no reveladas de enfrentar la vida que casi siempre escondemos en algún recodo del corazón, de la psique o del espíritu.
Porque si escribir, como en mi caso, ha sido primero una fantasía, después el vuelo de la imaginación, para luego ir transitando por el asombro, la rabia, la rebeldía, la conciencia y el rechazo en múltiples y diversas catarsis que apenas podía enfrentar, todo eso le dio forma a mi existencia hasta que casi al extremo llegó un momento en que la luz me cegó como a Saulo de Tarso, para tumbarme de esa cabalgadura de amargura que había estado pautando mi accionar y a partir de entonces todo cambió. Mi respiración dejó de ser agitada, mis movimientos perdieron esa velocidad que proyectaba violencia, y me senté a ver la vida despacio, a encontrar a Dios en todo lo que se me daba o se me quitaba, y así entrar a la entrega total a Su voluntad.
Jit Manuel lo supo ver en una identificación que amarraba su sensibilidad con mis escritos, y lo vio mejor que yo desde la frialdad de una lejanía simbólica que no solo entiende sino que enriquece los motivos que me han impulsado a combinar palabras como una necesidad para permanecer viva; y en esa tesitura él también pudo evaluar los resultados obtenidos no por mí, sino por el Espíritu que vive en mí.
Ahora, en el disfrute de la paz y consciente del regreso, oigo sus palabras que me dicen: “Con el paso de los años, como un cirio encendido por ambos extremos te has ido consumiendo ante Dios y ante el mundo y, sin embargo, tu llama nunca había estado tan ardiente como ahora”.
JEANNETTE MILLER
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