Una ventana para mirar al mundo es este libro. Un camino hacia el amanecer y su adorable luz. Hay aves, hay gorjeos, un oscilante pino majestuoso y erguidos cocoteros contra la línea del horizonte azul, y siempre eterno. Las estaciones vienen también a la ventana y anidan en el pecho. Aquí atrapó al otoño. Hoja a hoja van cayendo los versos de este libro hacia el alma. Cada poema una lágrima, cada imagen un beso y una flor. Capa tras capa, la insolente nostalgia nos recuerda lo perenne y lo efímero. El sedimento se convierte en poesía. Amor y desamor transitan juntos, risa y llanto, exaltación y paz…
Los ocres de la estación más leve atrapan la belleza del mundo, que es capaz de impregnarse en la brizna, en el polen, en la oscura pupila de una grulla silvestre o en el arco de un ala, y también, en la gracia que mora hacia nuestro interior… El otoño es amigo. El otoño es poesía; por eso este poemario abriga la sensación de pérdida inminente que se percibe en su silencio; y, al mismo tiempo, la infinita esperanza de renacer que lo habita.
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