El fracaso apesta. Cualquiera lo sabe por experiencia propia. No hay nada peor que constatar que el tiempo, el dinero y el esfuerzo dedicados a un proyecto han sido en balde; la autoconfianza se resiente terriblemente al ver cómo se desvanecen las ilusiones puestas en él.
El fracaso suele verse como un estigma del que avergonzarse, cuando en realidad es un proceso por el que todos pasamos a lo largo de nuestra vida personal y profesional, y muy especialmente en el mundo de los negocios. Son muchos los fracasos célebres: Walt Disney tuvo que cerrar su primer estudio por bancarrota, Steve Jobs fue despedido de la empresa que fundó, The Beatles fueron rechazados por varias discográficas…, pero el único fracaso verdadero es dejar de intentar aquello en lo que crees.