Por obras tan rotundas como El amante de Lady Chatterley o El arco iris, David Herbert Lawrence (1885-1930) no solo pasó a la historia de la literatura, sino que lo hizo como un provocador e incómodo crítico de la sociedad, pero también –y en ocasiones de forma injusta– como un autor erótico, decididamente obsceno al que había que leer a escondidas.
El conjunto de su narrativa breve, sin embargo, viene a demostrar que la literatura de Lawrence podía ser tan compleja y variada como lo fue su autor –poliédrico, dinámico, puro instinto, arrebato y pasión–, y despertar la admiración de autores como Ezra Pound, Ford Maddox Ford, E. M. Foster, Anthony Burgess o Aldous Huxley.