Hace ya casi cuarenta años, cuando conape nas diecisiete años, decidí escribir un ensayo para participar en un concurso literario organizado en 1983 por la Lotería Nacional en ocasión de conmemorarse el 120 aniversario de nuestra legendaria Gesta Restauradora de la independencia nacional.
Entonces, con la osadía aportada por el ímpetu de mis primeros descubrimientos históricos, dejé plasmado en aquellas páginas imberbes, el orgullo inconmensurable de “ser dominicano”, ese mismo que hizo que los combatientes por la Restauración de la República se lanzaran a la lucha por recuperar los principios de independencia y soberanía que iluminaron el nacimiento de la República Dominicana en 1844.
A la luz de los años transcurridos, distingo mi ingente esfuerzo juvenil por destacar no sólo que la Guerra Restauradora fue una gesta de liberación nacional que contó con un gran apoyo popular, sino también por sacar a la luz, y darle el reconocimiento merecido a una larga lista de restauradores, que eran -y lamentablemente aún lo son- prácticamente desconocidos para el pueblo dominicano, especialmente las generaciones más jóvenes, a pesar de que a muchos de ellos se les acreditan hazañas dignas de eternos reconocimientos.
Saber de dónde venimos para tener claro hacia dónde vamos, es tener sentido de la historia. Y eso debe ser primordial para todo ciudadano que tenga como divisa fundamental la preservación de nuestro país libre, independiente y con identidad propia de cara al concierto internacional de naciones.