Los dos bailaban al mismo ritmo, en perfecta sincronía. Disfrutaban cada nota y cada paso que daban siguiéndola. Creyeron que duraría para siempre, pero no fue así. A los tres minutos y 10 segundos, su canción perfecta terminó. El destino se encargaría de que no volvieran a danzar bajo la misma pista otra vez. Juraron amarse, pero también prometieron apoyarse en el éxito de sus carreras. Ahora, desde la distancia, deberán dibujar hermosas siluetas con sus pasos, siguiendo el compás del silencio que quedó tras el final de su canción.
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