Aquí hay una escritora dueña de su música. Y de su instrumento, el lenguaje, que respira, que corre con los pies de una niña por el pavimento o sobre el techo de cristal de la infancia recordada.
¿Cuánto de todo esto es inconsciente? Lo primero que nos atrae en estos textos de Minerva, es la amorosa libertad con que escribe. Con la plena seguridad de que va a encontrar la rosa, la fuente, la luz, el llanto.
Sabe que ese mundo, ese ámbito de palabras en que se sumerge, traerá lo que su inconsciente está buscando. Sabe que lo hallará. Que las palabras la llevarán a una región en la que la emoción, el asombro, lo intuido desde el fondo, le serán vertidos en las manos, le serán vertidos sobre los párpados.
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