La obra da un giro novedoso en la interpretación de la identidad dominicana tanto por su metodología como por las tesis centrales que desarrolla. Situada en los denominados «estudios de frontera» (border studies).
Asimismo, muestra cómo la política y la cultura norteamericanas han reforzado la representación racial que los dominicanos tienen de sí mismos, uniéndose a las narrativas elitistas locales que hacen imaginar a la nación dominicana como netamente hispánica.
No se conforma con la denuncia y la lamentación. Frente a las narrativas oficiales de la dominicanidad, la autora rastrea expresiones culturales diversas que se resisten a los discursos racializadores dominantes hasta el presente, destacando especialmente el papel jugado por diversas mujeres populares e intelectuales. Al mismo tiempo, el libro, como otros escritos de académicos de la diáspora, reivindica un lugar especial para el caso dominicano en el campo de los denominados «Latinx Studies» de la academia anglosajona.