D.N. McCloskey, acompañada en esta ocasión por A. Carden, desarrolla en Déjame solo y te haré rico una línea argumental y teórica que va a contracorriente del discurso hegemónico de izquierdas, pero también de ciertos sectores melancólicos de la derecha.
Para los autores el (neo)liberalismo no es el ogro que pintan sus detractores, sino más bien lo contrario: defienden con ardor y mucho ingenio que el acuerdo burgués está a la base del asombroso crecimiento de la riqueza que han experimentado en los últimos siglos los países que lo han suscrito.
En las antípodas de los vaticinios apocalípticos que inundan las redes y el establishment académico, el libro constata, con profusión de datos, que este crecimiento de la riqueza no ha beneficiado solo a unos pocos, sino a una gran mayoría, y justamente con más intensidad a los antaño más desfavorecidos.
Si vence a sus antagonistas ideológicos, esto es, el burocratismo, el socialismo y el populismo, el acuerdo burgués, sustentado sobre el innovismo y la libertad, permite augurar un futuro más rico e igualitario en el que hacer frente a los desafíos globales, como el cambio climático, que al hombre le salgan al paso.
Si en su “Discurso sobre las ciencias y las artes” (1750) y en su “Discurso sobre el origen de la desigualdad” (1755) –publicados en un solo volumen en esta colección– Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) fue sentando las bases de su pensamiento filosófico y social, el trabajo fundamental que acabó alumbrando el autor en el campo del pensamiento político fue “Del Contrato social”, publicado en 1762. Esta obra, en la que toman cuerpo las inquietudes políticas y la fe en la razón de la corriente ilustrada, puede considerarse la fundadora del derecho político. Su análisis teórico de la soberanía de los Estados como producto de la voluntad general se fundamenta en un contrato por el que el individuo enajena su libertad natural a cambio de convertirse en ciudadano, recibir los derechos inalienables de igualdad jurídica e igualdad moral, y asegurar la libertad de todos los miembros de la sociedad. “Del Contrato social” es uno de los textos capitales para entender el nacimiento de las sociedades modernas.
En tiempos de demagogia populista, ¿queda aún espacio para una experiencia democrática de acción política? ¿Existe todavía una oportunidad, cuando expresamos nuestro disentimiento en las calles, de redescubrir esa emoción de participar, que Hannah Arendt llama felicidad pública?
Apelando a esta emoción, Adriana Cavarero propone recuperar el núcleo genuino de la democracia y sugiere identificarlo en la vivencia concreta de las personas que interactúan en un espacio público como una pluralidad de agentes iguales y distintos.
La democracia “surgente” vive de la creatividad no violenta de un poder extendido, participativo y relacional, donde cada ser humano puede expresar su singularidad convirtiendo ese espacio social en lo suficientemente fértil como para que germinen nuevas esperanzas y posibilidades democráticas para el futuro.
Revisando algunos aspectos del pensamiento político arendtiano, comparándolo con el de Butler, pero recorriendo también textos de Zola, Canetti, Pasternak y Barthes, Cavarero aborda además el tema contemporáneo de la democracia digital, el fenómeno del selfie y del populismo en general.
La democracia viene siendo objeto, desde hace yaáun tiempo, de ataques y críticas de muy diferenteátipo. Convendría extraer alguna lección de tantaáacumulación de reproches. Porque al peligro, absolutamenteáreal, de que pueda terminar viendoseádañada por los embates de los autoritarismos deávariado pelaje, deberíamos sumar otro, de diferenteánaturaleza, pero no por ello menor, relacionadoácon la esfera de las ideas. Sería el peligro de entenderála democracia en terminos puramenteáinstrumentales, como un mero conjunto de procedimientosáformales para organizar la vida en común.
Ello significaría desdeñar las enormes potencialidadesáemancipatorias que ofrecen los sistemasádemocráticos y la posibilidad que nos brindan de
materializar por fin aquellos valores que alumbraronáel mundo moderno.
La cultura moderna es extensa y sofisticada, gigante en sus conocimientos y fuerte en su antropología, y muestra una sorprendente adaptabilidad y apertura para absorber, aclarar y unir. Sin embargo, en la actualidad se presenta a menudo separada de la fe que le dio vida, y sin la cual no es posible sobrevivir: se vuelve así frágil, cada vez más incapaz de adaptarse y unir.En la práctica, muchos aspectos de la cultura y de la vida pública sufren de racionalismo, individualismo, desigualdad, discordia e ingratitud. Tratamos de vivir aislados de nuestros semejantes, incapaces de reconocer el mundo y la vida que disfrutamos como regalos de Dios. El autor muestra cómo la cultura desafía a la fe, exigiendo de ella respuestas razonables; y cómo la fe desafía a la cultura actual, denunciando su fragilidad y planteando a su vez nuevas e interesantes preguntas.
A caballo entre la crónica, la investigación académica y la crítica filosófica, el profesor Gabriel Gatti, hijo de un desaparecido por la dictadura uruguaya, recorre el mundo –la frontera sur de Europa en busca de los indocumentados que viajan en patera; las dos fronteras mexicanas, de Tijuana a Tapachula, donde se atestigua el maltrato a los migrantes; las cunetas de la guerra civil española y las clínicas donde se robaron niños en el tardofranquismo; las ciudades perdidas que generan las grandes capitales latinoamericanas– para atestiguar, documentar y comprender que el horror que dio nombre al fenómeno de los desaparecidos, por obra y gracia de las dictaduras sudamericanas, sigue actuando en el mundo actual. Este libro es un grito de denuncia y, al mismo tiempo, un mapa para entender el dolor de los sin nombre, los expulsados, los borrados, los invisibles y los vulnerables de nuestro tiempo.