La violencia de género es estructural, sus raíces están extendidas por todo el mundo, desde una concepción del poder del varón patriarcal. Es instrumental, busca imponer, dominar. Nace de una equivoca educación a la niña para el tú, para el otro; y por contra al niño para sí mismo. El diagnóstico es certero, ahora hay que prevenir e intervenir con medidas claras, factibles, especificas y verificables. Estas son las que encontrará el lector.
En este contundente libro, Carl Cederström rastrea la concepción actual de la felicidad desde sus raíces en la psiquiatría europea de principios del siglo XX, pasando por la generación Beat, el psicoanálisis de Wilhelm Reich o el movimiento hippie, hasta llegar a Donald Trump. El autor defiende que la felicidad se define en nuestros días por el deseo de ser «auténtico», de experimentar placer físico y de cultivar una individualidad única. En los últimos cincuenta años, estas ideas, antes revolucionarias, han sido secuestradas por corporaciones y agencias publicitarias que nos empujan a llevar una vida cada vez más insatisfactoria, acelerada, insegura y narcisista. En una época de creciente austeridad y división social, Cederström sostiene que un nuevo sueño radical de felicidad se está imponiendo. Existe una visión alternativa de la buena vida que promueve un compromiso más profundo con el mundo y nuestro lugar dentro de él, en oposición al individualismo y el hedonismo ilimitados. Guiados por una cosmovisión más igualitaria, podemos reinventarnos a nosotros mismos y a nuestras sociedades.
El lenguaje cifrado del dolor y la angustia que se oculta tras las grandes creaciones del arte y el pensamiento.
En su largo camino hacia el descubrimiento de las zonas olvidadas del alma humana, Alice Miller siempre ha intentado disolver las cortinas de humo con las que envolvemos nuestras verdades más dolorosas. Así, para explorar las causas y las claves de nuestras angustias, este ensayo identifica en la obra de figuras como Friedrich Nietzsche, Pablo Picasso o Buster Keaton aquellas puertas de sus propias moradas interiores que se hallaban cerradas desde la infancia. Porque solo recuperando la llave perdida que abre las puertas al fin podrán aflorar estados de ánimo reveladores, sentimientos ignorados y también, probablemente, una vivencia del mundo radicalmente distinta.
Muchas personas sienten que les faltó algo en su infancia y se preguntan por qué su madre no parecía estar ahí para ellas. A pesar de que la madre pudo haber prestado cuidados de tipo físico, tienen la sensación de haber sido, de algún modo, «huérfanas de madre». En estas circunstancias, es difícil mantener una relación con la figura materna en la edad adulta.
La madre emocionalmente ausente te ayudará a comprender por qué tu madre fue incapaz de proporcionarte lo que muchas madres sí pueden dar. También te guiará en un trabajo a varios niveles:
• Identificar los impactos de la negligencia emocional y el abuso emocional.
• Evaluar opciones en cuanto a la relación con tu madre ahora que eres una persona adulta.
• Encontrar al niño/a que llevas dentro y aprender a ser una madre para ese niño.
• Hacerte cargo de tu sanación y aprender a compensar lo que no tuviste.
Mentimos hasta con el silencio. La mentira es la mejor expresión del desarrollo cognitivo del hombre.
No es mi interés hacer una apología a la mentira ni un panegírico a la verdad. La vida social es insostenible sin la mentira, como lo es la vida selvática sin las garras, sin dientes y sin caparazón. La sociedad no está preparada para sustentar su existencia solo en el imperio de la verdad. La lucha por la verdad no es una lucha por el apego y respeto a la realidad, sino que es una batalla por el poder, la sobrevivencia y el placer.
La capacidad humana más elevada no está en condiciones de representar la realidad con todas sus propiedades. El lenguaje no tiene como función principal solo describir la realidad, sino que también fabricarla. La palabra más allá del uso simbólico para la comunicación, es un instrumento para hacer catarsis...
Estamos, permanentemente, confundiendo el proceso simbólico para representar el mundo con las propias fantasías. Pero, para ser creíbles tenemos que creer en nuestras propias mentiras. La gran estrategia de la mentira está en mentir respecto a que mentimos.
Comúnmente investigamos para comprobar nuestras hipótesis, escasamente buscamos informaciones que refuten nuestras creencias. Pocos hombres aceptan sin regatear verdades alejadas de sus creencias.
El hombre prefiere una ilusión jocosa a una verdad molestosa. Las ilusiones son refugios mentales en donde nos escondemos de realidades amargas.
La mentira no es mala si se usa para el bien; la verdad no se puede defender cuando su propósito es destruir. La sinceridad Suele confundirse con la crueldad
En esta época que estamos viviendo de posverdad, en la que priman las noticias falsas y la desinformación, mentir es ya una práctica habitual, y la verdad y su búsqueda han perdido su valor. No obstante, las mentiras no son una novedad: nos han acompañado a lo largo de la historia y siempre han formado parte de nuestras vidas y nuestras conductas.
Aprendemos a mentir desde la más tierna infancia y, aunque todos hemos contado alguna mentira piadosa, lo importante es identificar las mentiras más peligrosas. Por suerte, con el tiempo se han ido actualizando las técnicas y herramientas para detectarlas: las imágenes neuronales y la inteligencia artificial, entre otras, nos ayudan a aplicar una perspectiva cognitiva, a detectar las señales no verbales y a encontrar las pruebas que se escapan a simple vista.