In a profound work that pivots from the biggest questions about American history and ideals to the most intimate concerns of a father for his son, Ta-Nehisi Coates offers a powerful new framework for understanding our nation’s history and current crisis. Americans have built an empire on the idea of “race,” a falsehood that damages us all but falls most heavily on the bodies of black women and men—bodies exploited through slavery and segregation, and, today, threatened, locked up, and murdered out of all proportion. What is it like to inhabit a black body and find a way to live within it? And how can we all honestly reckon with this fraught history and free ourselves from its burden?
Between the World and Me is Ta-Nehisi Coates’s attempt to answer these questions in a letter to his adolescent son. Coates shares with his son—and readers—the story of his awakening to the truth about his place in the world through a series of revelatory experiences, from Howard University to Civil War battlefields, from the South Side of Chicago to Paris, from his childhood home to the living rooms of mothers whose children’s lives were taken as American plunder. Beautifully woven from personal narrative, reimagined history, and fresh, emotionally charged reportage, Between the World and Me clearly illuminates the past, bracingly confronts our present, and offers a transcendent vision for a way forward.
One afternoon in November 1975, ten-year-old Miranda Larkin comes home from school to find her house eerily quiet. Her mother is missing. Nothing else is out of place. There is no sign of struggle. Her mom’s pocketbook remains in the front hall, in its usual spot.
So begins a mystery that will span a lifetime. What happened to Jane Larkin?
Investigators suspect Jane’s husband. A criminal defense attorney, Dan Larkin would surely be an expert in outfoxing the police.
But no evidence is found linking him to a crime, and the case fades from the public’s memory, a simmering, unresolved riddle. Jane’s three children—Alex, Jeff, and Miranda—are left to be raised by the man who may have murdered their mother.
Two decades later, the remains of Jane Larkin are found. The investigation is awakened. The children, now grown, are forced to choose sides. With their father or against him? Guilty or innocent? And what happens if they are wrong?
En plena crisis de madurez, Bennie Salazar, que en los setenta formó parte de una banda punk y ahora es un alto ejecutivo de la decadente industria discográfica, se echa copos de oro en el café para recuperar el apetito sexual. Sasha, su asistente, después de haber viajado mucho y no siempre en circunstancias felices, se trata de su cleptomanía con un psicoanalista que viste jerséis estrambóticos. En torno a ellos se despliega una variopinta red de personajes, desde una relaciones públicas que intenta lavarle la cara a un general genocida hasta un periodista que ha estado en prisión por abusar de una estrella de cine adolescente. Con el rock palpitando en cada una de sus páginas, El tiempo es un canalla es un entramado fascinador que pasa por lugares como Nueva York, San Francisco, Kenia, Nápoles o el desierto de California, y cubre un período que va de los años setenta hasta el 2020.
El testimonio vivo de la conciencia social de una autora que fue faro intelectual de la izquierda y encabezó la lucha por la liberación de la mujer en Japón. De entre todos los escritores japoneses que alzaron sus voces contra las atrocidades de la guerra y la barbarie de la bomba atómica destaca con letras de oro el nombre de una mujer: Miyamoto Yuriko. Escritora comprometida, Yuriko describió la terrible situación de la clase trabajadora durante el periodo de capitalismo imperialista y militarismo desbocado en los años 30 del pasado siglo. Su obra es un canto a la vida y la lucha de las mujeres japonesas en el turbulento Japón de primera mitad del siglo XX, reflejando sin rencor la realidad de un país devastado que daba sus primeros pasos desde la desesperación hacia la esperanza, de la oscuridad hacia la luz.
En el coche que la lleva de urgencia al hospital, el rostro de Eligia se va desintegrando por el efecto del ácido. A su lado va Mario, su hijo y narrador de los hechos, que desde entonces la acompañará a lo largo del lento proceso de reconstrucción de ese rostro, sin el cual ninguna identidad sería posible, ni la de la madre ni la del hijo. Corría el año 1964. Por demasía de sufrimiento, dice Mario, la realidad de Eligia –política exiliada bajo el peronismo, funcionaria de máxima jerarquía, autora del primer Estatuto Docente– ya no era convincente.
El ataque había convertido su cuerpo en una sola negación, sobre la que no era fácil construir sentidos figurados, y esa imposibilidad se convertía para Mario en imposibilidad de pensar metáforas para sus sentimientos.
El fuego ha arrasado Moscú y una turba furiosa busca culpables. Vasia, acusada de brujería, es la candidata perfecta.
El gran príncipe forma alianzas con quienes tal vez lo conduzcan a la guerra y la ruina, mientras que el rey del invierno ve cómo su poder va debilitándose a medida que se acerca el verano. Y entretanto, sobre todos ellos se cierne la sombra de un antiguo demonio.
Para proteger a los suyos y el mundo mágico que tanto atesora, Vasia tendrá que recurrir a la ayuda tanto de amigos como de viejos enemigos. Pero es posible que no pueda salvarlos a todos, ni siquiera a sí misma. Porque, como es bien sabido, la magia enloquece a la gente. Y al cambiar la realidad siempre puedes acabar olvidándote de lo que es real.
El invierno de la bruja es el final de la trilogía de El oso y el ruiseñor, una fascinante serie ambientada en la Rusia medieval que ha entusiasmado a los lectores en más de veinte idiomas.