Una emocionante y divertidísima novela juvenil para sacar lágrimas de la risa, y se lee de un tirón.
Nico y su familia dejan atrás la gran ciudad para irse a vivir a un lejano pueblo de montaña con no más de cinco calles y en la misma casa del abuelo enfermo de la memoria. Nico no está feliz: dejó a su novia atrás y en el pueblo, llamado Hormiga con Corbata, no venden Coca Cola, los compañeros se llaman por apodos raros y menos hay señal para su iPhone. Pero poco a poco descubrirá que sus días ahí pueden ser más interesantes y entretenidos, como son su amistad con una chica que ama los libros de ciencia ficción y el estrambótico proyecto de su abuelo y otros dos ancianos de construir y poner en marcha un estrafalario aparato lanza-señales al espacio. “El hechizo de la escritora sostiene como un soplo el libro”.
La historia de amor y desamor de esta isleña nos cautiva desde el inicio. Cada uno de los sucesos pasados tienen una conexión con el futuro. El amor de la familia, la lealtad a la pareja y algunas debilidades de los seres humanos son sin dudas los protagonistas de este hermoso y triste relato.
Carlitos está deseoso de llegar a pasar el verano con sus abuelos cocolos. En el batey de San Pedro de Macorís podrá jugar pelota con sus amigos, salir a coger cangrejos con Papá Viejo y, lo que más le gusta, entrar a la cocina de Mamá Ñola, con sus ollas burbujeantes, sus ingredientes misteriosos y sus irresistibles sabores. Panecicos de yuca, chivo guisado, mondongo, arroz con lentejas, domplines, todo se prepara en su maravillosa cocina. Aunque el abuelo dice que cocinar es cosa de mujeres, Carlitos sueña con que algún día será un gran cocinero... ¿o será pelotero?