Nada puede restar valor al hecho de que incluso en medio de la brutalidad sin precedentes de la guerra ruso-alemana en el frente oriental, Stalingrado ocupa un lugar especial de horror en la imaginación humana. No fue una batalla librada en mitad de la estepa, el desierto o la selva, sino en las casas, fábricas y calles que tantos de nosotros reconocemos hoy en día en nuestra propia existencia urbana. El mismo nombre de Stalingrado evoca imágenes de humo, fuego y escombros, con vigas retorcidas sobre montones de ladrillos destrozados; no hay nada glorioso ni romántico en ella. Esta es la destrucción total y absoluta de todo un ejército de hombres y sus máquinas. Esta es la batalla tal como la vieron los alemanes que la libraron y sus aliados. Esto es Stalingrado».
«La batalla de la propaganda en la II Guerra Mundial» es un fascinante recorrido a través de los entresijos de uno de los conflictos más grandes de la historia humana desde un prisma diferente. Desde los primeros pasos de la propaganda política hasta su escalofriante apogeo durante la II Guerra Mundial, este libro nos sumerge en el poderoso mundo de la manipulación mediática de las masas con fines políticos. Comenzando con una detallada introducción sobre los orígenes y las diversas técnicas utilizadas para influir en la población, el autor nos guía por en un relato que esclarece cómo la propaganda se convierte en un arma crucial en el arsenal de los líderes y regímenes enfrentados. A lo largo de sus páginas, exploraremos cómo cada bando, ya sea el Eje o los Aliados, desplegó una amplia gama de estrategias propagandísticas para moldear la percepción pública, desde carteles y películas hasta programas de radio y prensa, para intentar ganar la guerra. Además, se examina el impacto psicológico de estas campañas en la moral de los civiles y soldados en el frente. Con un estilo ameno y una meticulosa investigación histórica, «La batalla de la propaganda en la II Guerra Mundial» arroja luz sobre un aspecto fundamental pero a menudo subestimado del conflicto, destacando su relevancia en la configuración del curso de la guerra y su legado en la sociedad moderna.
Esta obra, por primera vez en castellano, ofrece una visión de aquellos días -alejada de dogmatismos, tópicos y modas políticas y académicas- sobre el origen y la historia de la República de Weimar. Rosenberg tuvo a su disposición material desconocido para ofrecer explicaciones sobre el desarrollo del movimiento obrero alemán, tierra de nadie y a veces tabú en la literatura internacional. Rosenberg, como exponía quien fuera editor de parte de su obra, Kurt Kersten, pone en debate interpretaciones que han calado como dogmas y da a conocer al lector la naturaleza y las intenciones de figuras como Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Quizá todo ello explica su olvido como gran historiador marxista.
Cuando el 1 de abril de 1939 callaron los cañones y los fusiles de la Guerra Civil, para Francisco Franco terminaba una primera lucha que lo había encumbrado como Caudillo de un movimiento militar y político, y como jefe de un nuevo Estado aún por construir. Comenzaba entonces una batalla a veces latente, en ocasiones explícita, por la forma y la dirección de ese Estado, por la posición de España en el concierto internacional y por la conservación del poder.
Rafael Dávila acude a la correspondencia entre el general Fidel Dávila, Franco, los militares y los círculos monárquicos, además de a la documentación diplomática, manifiestos e informes para reconstruir las tensiones entre el Ejército, La Falange y los monárquicos, la presión de Hitler y de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, la lucha contra el maquis, la guerra soterrada por el espionaje y la información, la pugna con don Juan, con los generales díscolos o la posterior lucha contra ETA. Fueron episodios de aquella larga «segunda guerra civil» (1939-1975) que Franco, pese a todas las amenazas, fue capaz de superar.
En 1785, cuando el gran poeta alemán Friedrich Schiller escribió su inmortal Himno a la alegría, cristalizó las esperanzas y los sueños más profundos de la Ilustración europea para una nueva era de paz y libertad, una época en la que millones de personas se considerarían como iguales. La Novena Sinfonía de Beethoven dio entonces alas a las palabras de Schiller, pero apenas un siglo después esas mismas palabras fueron reivindicadas por los propagandistas nazis y tergiversadas por la barbarie.
Cuando se trata de cómo las sociedades recuerdan estos sueños y catástrofes cada vez más lejanos, solemos pensar en libros de historia, archivos, documentales o memoriales tallados en piedra. Sin embargo, en El eco del tiempo, el galardonado crítico e historiador cultural Jeremy Eichler defiende de forma apasionada y reveladora el poder de la música como memoria de la cultura, una forma de arte singularmente capaz de transmitir el significado del pasado.
Entre el siglo I a. C. y el II d. C. varios millones de personas de clase media y baja constituyeron la plebe romana. Su historia suele permanecer en la penumbra. En este retrato, Nicolas Tran privilegia a estos habitantes ?ordinarios?.