La dispersión, publicado por Eugenio Trías a principios de los setenta, ofrece un conjunto de aforismos -lúcidos y lúdicos- sobre los principales temas y problemas de la filosofía, del arte, de la escritura misma y también del quehacer humano. Cada uno de esos breves textos constituye una invitación a reflexionar sobre aquellas cuestiones que por su carácter trascendental han sido objeto permanente en nuestras inquietudes. Un Eugenio Trías vitalista, a ratos carnavalesco y hedonista pero siempre profundamente platónico, lanza un guante al lector en cada texto de este sugerente y provocador libro que incita a la reflexión e, incluso, a la polémica también. Y es que, como señalaba el propio Trías, «Escribir es inscribir algo en la carne. Es tatuar al que lee.»
La dispersión de las semillas recoge cuatro proyectos de libro —inéditos en castellano— en los que trabajaba Thoreau antes de morir. «La dispersión de las semillas» es el principal: un texto que, en un momento en el que la generación espontánea o la permanencia de las especies eran lugares comunes, cuando no dogmas de fe, trata de demostrar de qué manera el viento, el agua y los animales participan en la creación y regeneración de los bosques.
Completan el volumen, preparado por Bradley P. Dean, tres escritos de la misma época y que complementaban ese gran estudio de las semillas: «Frutos silvestres», «Hierbas y pastos» y «Árboles forestales».
Este libro cuenta, además, con un prólogo de Gary Paul Nabhan, una introducción de Robert D. Richardson, jr., unas magníficas ilustraciones de Abigail Rorer y un epílogo de Marc Badal.
Cuando todo lo relativo a nuestro bienestar alimenta el mercado basado en el miedo y en la manipulación, la enfermedad, además de costarle el empleo o llevarlo a la ruina, puede llegar a convertir al enfermo en objeto de señalizaciones e incluso rechazo. La emancipación de los cuerpos se propone acabar con estos y otros prejuicios que no son nuevos, sino que han ido sedimentándose sobre la experiencia patológica a raíz del ingenuo optimismo con el que el hombre moderno afronto antiguas polémicas. La estigmatización habitual de los enfermos es dinamitada en este ensayo al desvelar el carácter infundado de esas connotaciones negativas que, obviando el avance científico, continúan haciendo del concepto hoy vigente de enfermedad una versión secularizada del pecado.
A finales del siglo XIX, buena parte de la humanidad se jactaba de haber dejado atrás los tiempos oscuros de la barbarie y la arbitrariedad política. Pero, pese al imparable avance de los movimientos democráticos, la mitad del género humano seguía sometida a un régimen de servidumbre insólito: despojadas de los derechos civiles más básicos y condenadas a cumplir una función meramente reproductiva, las mujeres eran un simple apéndice del hombre, al que tenían que entregarse en todos los órdenes de la existencia.
El filósofo John Stuart Mill y su esposa Harriet Taylor dedicaron buena parte de su vida a analizar las formas que había adoptado la dominación masculina y expusieron con rigor y valentía los prejuicios trasnochados, contrarios al espíritu liberal de la modernidad, en que se basaba.
En el presente volumen se recogen los dos textos más relevantes de ese proyecto intelectual: La esclavitud femenina de John Stuart Mill (1868), que fue traducido en 1891 por doña Emilia Pardo Bazán y del que ofrecemos una versión corregida y actualizada, y La emancipación de las mujeres (1851) de Harriet Taylor, que hasta la fecha no se había publicado en castellano.
La escuela del alma es una fascinante invitación para descubrir, partiendo de los cimientos de la educación, el horizonte de una vida madura, fecunda y espiritual. Paso a paso las realidades que nombran palabras como lugar, enseñanza, compañía, atención, mundo, cuidado, contemplación, creación… van iluminando el camino con luz propia y nos descubren nuevos sentidos: cada ser humano se nos revela como origen, y el encuentro, como «un alma que toca otra alma». Una vez más, Josep Maria Esquirol, en su búsqueda de la esencia de las cosas, nos plantea una propuesta luminosa y esperanzada en tiempos de desorientación, una conspiración singularísima, la orden filosófica del amor.
Las ciencias exactas parten de la premisa de «una realidad independiente, libre de la interacción humana». Los estudios de la ciencia –de los que el sociólogo, antropólogo y filósofo Bruno Latour es uno de los más prominentes representantes– tienen como objetivo desvelar el componente humano que influye inevitablemente en toda investigación científica y sus resultados.
Con abundantes anécdotas y la didáctica de un buen profesor, Latour expone diversos estudios de caso –una expedición en la selva del Amazonas, la investigación sobre la energía atómica o los experimentos de Louis Pasteur– para ilustrar el factor humano del conocimiento científico. Indaga en los planteamientos filosóficos de Platón a Isabelle Stengers, de Durkheim a Donna Haraway, para señalar lo que está en juego en estas llamadas «guerras de la ciencia»: la sumisión perpleja de la gente común ante las fuerzas beligerantes de quienes pretenden haber alcanzado la verdad última.