En 1507, cuando el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó un mapa del mundo, denominó América a un nuevo continente, descubierto poco antes, en honor al navegante y explorador Américo Vespucio. El nombre hizo fortuna y años después se extendió al hemisferio norte de aquellas tierras, aunque no correspondía al de su auténtico descubridor y el propio Waldsemüller pensaba que había elegido mal el nombre. Ésta es la historia de esa curiosa denominación, y también la biografía de un maestro de la autopromoción. Nacido en 1454 en la Florencia de los Médicis, para los que trabajó en su juventud, Américo se trasladó a Sevilla en 1491. Fue amigo y rival de Cristóbal Colón, y colaboró en la segunda y tercera expediciones de éste a las Indias, antes de embarcarse él mismo por lo menos en dos ocasiones y de explorar la costa de lo que hoy es Brasil. El hombre que dio su nombre al Nuevo Mundo emerge en estas páginas como un acabado producto de una riquísima época: proxeneta, mago, aventurero, intrigante, hábil navegante (aunque no al principio), autor de deslumbrantes crónicas de viajes, siempre al tanto de los últimos avances científicos y capaz de apropiarse de honores inmerecidos. Fernández-Armesto, valiéndose de una cantidad ingente de fuentes y documentos, ha escrito la primera biografía de Vespucio que consigue distinguir la realidad de la leyenda.
Andy Warhol fue uno de los grandes creadores del siglo XX. También fue artífice de un personaje fascinante, excéntrico y refulgente. Una quimera viviente que brillaba por igual entre intelectuales, travestis, drogadictos, ultrarricos y superestrellas, manteniendo su pasado en un borroso recuerdo impenetrable.
Aun así, hubo personas que conocieron la cara oculta de Warhol, rodeada de miedos e inseguridades cosechados durante la infancia. En este libro, Jean-Noël Liaut recurre a las confesiones más íntimas del entorno warholiano —John Richardson, Stuart Preston, Lee Radziwill, Pierre Bergé, Ultra Violet, etc.; muchas de ellas inéditas—, para pintar un retrato lleno de matices y reminiscencias, alejado de los frecuentes esfuerzos por mitificar la figura del artista. Episodios totalmente desconocidos que indagan en sus comienzos y sus desgracias, su talento y su habilidad, sus visiones proféticas y su sentido del marketing, y que el autor desvela por primera vez tras treinta años de investigación.
Una biografía trepidante y adictiva, que cuenta la vida de un zorro astuto y curioso —en palabras del autor— que olisqueaba en busca de la dirección del viento y que comprendió su época mejor que nadie.
Un libro que nos adentra en la figura de Angela Merkel, probablemente la política más importante y enigmática de las últimas décadas.
Nada hacía presagiar que una introvertida investigadora científica, hija de un pastor protestante, criada en la antigua Alemania comunista, fuera a convertirse en la líder fundamental para entender la Europa y el mundo de las últimas décadas.
Este retrato, que combina con maestría la biografía política y el retrato humano de la canciller, ahonda en su personalidad poliédrica, su periplo vital, su método para gestionar el país y para mantenerse al frente de su partido, así como su particular forma de liderazgo. Analiza la lucha contra una ultraderecha que nació y engordó durante sus mandatos, la entrada de más de un millón de refugiados, la defensa de la austeridad en Europa, la aproximación cartesiana a la política, la gestión de la crisis del coronavirus y el vacío que deja en Alemania y Europa tras su salida del gobierno. Y tal vez lo más importante, su liderazgo femenino en un mundo de hombres.
En un momento de auge del populismo y la polarización, Angela Merkel se erige en un ejemplo de racionalidad, con firmes convicciones morales y una incansable búsqueda del consenso dentro y fuera de su país, donde ha cosechado no pocos éxitos, pero también fracasos durante sus dieciséis años de mandato.
Oxford, 1 de mayo de 1956. En la solemnidad de la Biblioteca Bodleiana, el claustro de la universidad se ha reunido para decidir si se le concede un honoris causa al expresidente de los Estados Unidos Harry S. Truman. Una de las personas presentes, la filósofa Elizabeth Anscombe, se opone con vehemencia, poque considera que este reconocimiento no debe concederse a quien, al ordenar el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, fue culpable de la muerte de miles de inocentes.
En unos tiempos en que la filosofía había virado hacia los métodos analíticos y científicos del positivismo lógico, ella y sus colegas y amigas en Oxford Philippa Foot, Iris Murdoch y Mary Midgley, bajo el impacto de la Segunda Guerra Mundial, consideraron que la filosofía debía afrontar de nuevo las grandes preguntas éticas: ¿qué es moralmente correcto? ¿Qué principios morales deberíamos seguir? ¿Existe un criterio objetivo de moralidad?
Este libro reconstruye la peripecia vital e intelectual de estas cuatro mujeres que dejaron su huella en la filosofía, en unos tiempos en que esta disciplina estaba dominada por los hombres.
'Anthia contuvo la respiración. Estaba nerviosa. El parto de su amiga Dorema se complicaba…'. Así comienza este relato de la vida de una mujer grecorromana del siglo I en la populosa ciudad de Éfeso.
A lo largo de una semana, el lector es invitado a acompañar a esta mujer de clase baja por las callejuelas y plazas, por los baños y mercados de la capital de la provincia romana de Asia.
Pero ser mujer en la Antigüedad, al igual que niño, anciano o esclavo, era una profesión de alto riesgo. Las malas condiciones laborales, el hacinamiento en las casas, la deficiente higiene y la alimentación precaria complicaban de tal modo la vida que sólo las divinidades aparecían como asideros para conservar la esperanza.
En la ciudad de Éfeso, cuya envidiada prosperidad tenía como pilares el lucrativo templo de Artemisa, los negocios que propiciaba su puerto en el mar Mediterráneo y la protección de Roma, nada hacía suponer que el sereno discurrir de sus días y la estabilidad social iban a verse alterados por un nuevo grupo venido de Oriente.
Elio Antonio de Nebrija (Lebrija, 1444-Alcalá de Henares, 1522) fue conocido entre nosotros sobre todo por su malinterpretada frase «siempre la lengua fue compañera del imperio». Desde su cátedra de Salamanca quiso aumentar el conocimiento del latín, la lingua franca de la cultura europea. Escribió una gramática española (la primera publicada de una lengua vulgar) y elaboró diccionarios latín-español y español-latín, y una ortografía de nuestra lengua. Se interesó por la fonética del castellano, del latín y del hebreo, y lamentó la catástrofe cultural de la expulsión de los judíos.
Por su ansia de profundizar en la obra de los clásicos es equiparable a los humanistas italianos, con quienes se formó. Se preocupó de cuestiones prácticas y científicas, como el valor real de las medidas de la Antigüedad, en un momento en el que Colón disputaba en Salamanca sobre el tamaño del globo. Su espíritu crítico le llevó a revisar la traducción canónica de las Escrituras. Cuando Nebrija detectó problemas en su transmisión (siguiendo el rastro textual), la Inquisición intentó acallarle. Nebrija fue de los primeros autores europeos en escribir casi exclusivamente para la imprenta, y el primero que usó la nueva estructura de protección de los derechos de autor que proporcionaban los privilegios y tasas reales. Esta biografía quiere borrar los rasgos imperiales en el Nebrija recibido, y a cambio darnos al humanista orgulloso y brillante, que no vaciló en enfrentarse a su tiempo en su búsqueda de la verdad.