En 1959 tres álbumes fundamentales de Miles Davis, John Coltrane y Ornette Coleman llevaron a sus últimas posibilidades el jazz de su época, frente al que surgiría el free jazz.
Este nuevo estilo musical exacerbaba la negritud, rescataba las raíces africanas, explotaba la ancestral polirritmia y al mismo tiempo conectaba con las vanguardias artísticas de su tiempo, generando un tipo de improvisación nunca oído hasta entonces. Era un jazz más radical, tanto en lo musical como en lo político. Los músicos que lo abrazaron eran exploradores de nuevas sonoridades, que podían resultar ásperas y violentas. Era el sonido de la libertad.
¿Sabía usted que Chopin nunca existió y que era una invención de George Sand ¿Que Sibelius escribió siempre la misma obra y nadie se dio cuenta ¿Que Stravinski formó un grupo pop para competir con The Beatles ¿Que Albéniz fue el jefe de una banda de forajidos en México a los diez años y que Satie ocultaba un Aleph dentro de uno de sus pianos ¿Y que Haydn realizaba viajes astrales Por las páginas de El horizonte quimérico desfilan un Mozart de cincuenta años, un Beethoven con el oído recobrado, autómatas inteligentes, compositores más poderosos que el Rey Sol y vampiros sedientos de música. Una reformulación del concepto de ucronía con guiños a Borges, Marcel Schwob y el realismo mágico que, sin duda, hará las delicias de los melómanos y de los amantes de las lecturas con una sonrisa en los labios.