Los poemas que integran Cabeza de turco
despliegan acordes distintos, pero se integran en un único adagio: la conciencia, inherente a la condición humana, de estar solo, de perder, de morirse; pero también la conciencia de celebrar las cosas menudas y sencillas, esto es, la vida como encarnación de lo instantáneo y lo fugaz. Celebración que intenta rescatar, además, el ser y la vida, de la degradación de la historia y del tiempo. En esta antología poética hay una aguda sensibilidad para captar el discurrir temporal y su fugacidad, en ella también hay siempre la vocación de lo uno, el poder volver a la integración primordial del ser.
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