Para Charmian Clift, Grecia era la Tierra Prometida. En 1954, ella y su marido, el famoso reportero George Johnston, abandonaron el gris Londres de posguerra y partieron hacia el mar Egeo con dos máquinas de escribir y dos hijos pequeños. Planeaban pasar allí un año, pero acabarían quedándose una década. Cantos de sirena es la crónica de su accidentada aclimatación a Kálimnos, una pequeña isla poblada por taciturnos pescadores de esponjas y mujeres fuertes y supersticiosas. En sus páginas, llenas de personajes inolvidables con su fiel escudero local, Manolis, y su inflexible asistenta doméstica, Sevasti, a la cabeza y paisajes de una belleza casi milagrosa, la perplejidad ante una sociedad primitiva y patriarcal convive con el descubrimiento de un modo de vida puro, sencillo y libre, previo a la invasión del turismo de masas.
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