Pocas veces nos topamos con una mente tan potente como la de Alberto Savinio. Su escritura proyecta halos de luz que se clavan en los corazones de todos sus lectores. Con este autor, la tenue línea que separa la realidad de la ficción se yergue como el único punto de referencia con el que podemos contar: punto alrededor del cual giran las imágenes narcotizantes de su devastadora imaginación. Capitán Ulises es una obra de teatro, una deslumbrante puesta en escena donde se recrea la historia del héroe más incomprendido de la mitología griega. Savinio intenta devolverle, en este divertido drama, su destino a Ulises, resarcirlo del inexorable recorrido que tiene que realizar para cumplir el deseo de otras voluntades —el deseo de Minerva, el de Telémaco, el de Penélope—, pero jamás su deseo, viéndose así obligado a dejar en el camino su propia vida. Nos encontramos con un Ulises cansado, inmerso en la época moderna; pero antes que otra cosa, con un personaje, con un actor que tiene que cumplir su papel en esta extraña representación llamada existencia. Aquí los actores y los espectadores comparten el mismo estatuto, se confunden unos con otros: ya sean dioses, hombres o héroes; ya sea que unos estén arriba, en el escenario, o abajo, sentados cómodamente en sus butacas, o, por qué no, simplemente con este libro en las manos. Como dice el propio Ulises: «La ubicación exacta de mi destino, yo, después de todo, la descubrí: el destino lo llevamos aquí, con nosotros, entre el chaleco y la camisa…». Un destino y un viaje que fatalmente compartimos con el Capitán Ulises.
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