Por alguna razón, casi siempre difícil de explicar, ciertas personas cosechan flashes y aplausos, incluso después de la muerte, Por algo son Michael Jackson, Diego Armando Maradona, Fidel Castro, Nina Simone, Mike Tyson, Charlie Parker, Ayrton Senna, Joe Biden, Diego el Cigala, Baltasar Garzón o Alañ García. Por algo son objeto de culto, y por algo sus nombres se convierten en adjetivos.
Nadie incurrirá en la felonía de creerlos dioses. Pero nadie puede cerrar los ojos, y creerlos anodinos. ¿Tienen defectos y tendones de Aquiles? En peste, como se dice en hatomayorense. Pero sus luces trascienden cualquier sentído de la sombra que la envidia y la estulticia pudiese endilgarles.
Esas luminarias tienen en común la convicción de que sus límites no son los que de ordinario la gente se fija, sino que decidieron replantar las empalizadas con las que la cultura del «no se puede» acostumbra a cercarnos.
Acaso la diferencia entre los aquí considerados y el resto de los mortales sea que los primeros se obligaron a saltar las vallas, logrando que los veamos como los faros que son, en sus diferentes campos de vida. Y como las personas son en realidad lo que uno cree que son, sin deseos de incurrir en consideraclones filosóficas, los reunidos en este trabajo podrían ser otros, a to mejor, tener otras visiones y lecturas posibles. Pero las del autor son estas.
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