El acusador de Jordi Martín es el esposo de la jueza de tierras. Antes eran sus amigos, o eso pensaba, hasta que le quitaron todo. El testigo que lo incrimina en el estrado es el abogado de la pareja desde hace mas de veinte años. Pretende apenas conocerlos, pero les debe 1,4 millos de dolares, esta en la declaración jurada de la funcionaria. Todos los saben especialmente sus colegas magistrados, aunque a nadie le parece importar la suerte de Jordi, excepto a Alina. La conoció hace unos meses y, después de lo ocurrido, es de las pocas personas en la isla en quien confía. Lo acompaña a todas partes: a la procuraduría, a la embajada, a buscar abogado, etc. La historia de la vida de su amiga le fascina. Un padre juez en la España franquista, fue alcaide en un hospital psiquiátrico de alta seguridad en Inglaterra, su Bentley descapotable, y el desfile de invitados ultrajados en su casa, siempre burbujeante.
Desde el banquillo, Jordi mira las caras de póker de los miembros del Tribunal Penal, en busca de pistas. Empieza a ver el camino oscuro hacia la cárcel, mientras ellos juegan a cuestionar al impostor. Alina hierve. Testigo, magistrados, alguacil, abogados… son notas de una partitura ensayada.