Los peores vaticinios del capitalismo se han cumplido: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se divide en diez zonas en apariencia seguras y estables. Los humanos ya no procrean, el sexo se ha convertido solo en una diversión y las letras del alfabeto griego se han pervertido para clasificar a los seres humanos por castas. Todos aceptan su lugar en la nueva jerarquía social, perfectamente ordenada. Los valores humanos esenciales no tienen cabida en este mundo y los habitantes se crean in vitro con una técnica concebida a imagen y semejanza de una cadena de montaje. El soma, la droga por excelencia en este mundo distópico que propone Huxley, ayuda a los habitantes a escapar de la rutina. A cambio de este orden pulcro, la libertad de expresión y el pensamiento crítico han sido erradicados. Bernard Marx, el protagonista de la novela, inconformista e inteligente, deberá probar los límites de la sociedad que lo ha engendrado, iniciando un viaje más allá de las fronteras distópicas de su universo.
En esta sátira pesimista, en la que Aldous Huxley nos habla de un profético futuro «utópico», a los humanos los producen mediante procedimientos genéticos, los adoctrinan socialmente y los anestesian con medicamentos para que el impuesto orden autoritario pueda mantenerse sin problemas todo a cambio de sacrificar la libertad, la propia humanidad y puede que incluso el alma. Un mundo feliz, publicado originalmente en 1932, ha cautivado y aterrado a millones de lectores a lo largo de décadas y, ahora, en forma de cómic, acaba de renacer para una nueva era.
26 de agosto, 7.14 de la mañana: Jane Pearson amanece ante un mundo radicalmente distinto, uno en el que todos los hombres han desaparecido, incluidos su hijo y su marido. Mientras los busca sin perder la esperanza de traerlos de vuelta, ante ella surge una sociedad nueva, mejor, más feliz y segura que la anterior. Jane se enfrentará así a un gran dilema: tendrá que decidir si quiere ayudar a los hombres a regresar o si prefiere seguir viviendo en un nuevo mundo sin ellos.
La cultura checa de los años sesenta del pasado siglo gozó de una sorprendente vitalidad: la literatura, el teatro y el cine mostraban una originalidad y diversidad excepcionales, en vivo contraste con la acelerada descomposición de las estructuras políticas y los embates de una ferrea censura. Esta obra contiene dos textos del gran intelectual checo: su discurso ante el Congreso de Escritores de 1967, en el que abogó valientemente por la autonomía de la cultura y la libertad de los creadores, y Un Occidente secuestrado (1983), un extenso artículo que en su momento suscitó un vivo debate político en las principales publicaciones culturales europeas.
Por primera vez en castellano, uno de los libros más fascinantes y secretos del genial autor italiano.
«Si la Academia Sueca ignoró a algunos de los más grandes autores del siglo XX en lengua francesa (Proust), alemana (Kafka), inglesa (Joyce) y española (Borges), en mi arbitrario parecer Calvino representaría a la literatura en italiano dentro de esa serie».
Karelia Vázquez, El País
Al regresar de su primer viaje a los Estados Unidos, que se extendió de noviembre de 1959 a mayo de 1960, Italo Calvino decidió reelaborar el diario y la correspondencia que mantuvo con sus amigos durante aquellos meses tan señalados: «A mi partida hacia los Estados Unidos, y también durante el viaje, me prometí que no escribiría un libro sobre América (¡hay tantos!). Sin embargo, cambié de idea. Los libros de viaje son un modo útil, modesto y completo de hacer literatura. Son libros con utilidad práctica, aun cuando, o justo por eso, los países cambian año tras año y al hacer una imagen fija de cómo los hemos visto, registramos su esencia mutable; y podemos expresar de ellos algo que va más allá de la mera descripción de los lugares visitados, establecer una relación entre nosotros y la realidad».
Paul Auster fue un gran tirador cuando apenas tenía diez años y, como la mayoría de los niños estadounidenses de su generación, creció jugando con pistolas de juguete e imitando a los vaqueros bien armados de las películas del Oeste. Pero también sabe cómo las familias pueden quedar destrozadas como consecuencia de la violencia: su abuela disparó y mató a su abuelo cuando su padre tenía solo seis años y su familia nunca se recuperó del todo de las consecuencias de aquel acto.
Ningún tema divide más profundamente a los estadounidenses que el debate sobre las armas. Actualmente, hay más armas que personas en Estados Unidos, y cada día más de cien estadounidenses mueren a causa de ellas y otros doscientos resultan heridos. Estos números son tan catastróficos y desproporcionados con respecto a lo que sucede en otros países del mundo, que solo cabe preguntarse por qué. «¿Por qué Estados Unidos es tan diferente y por qué somos el país más violento del mundo occidental?», escribe Auster.