Un relato dinámico e inmersivo sobre los brillantes filósofos que deambularon por el Oxford de mediados del siglo XX y que enseñaron al mundo la importancia del lenguaje.
¿Cuáles son los límites del lenguaje? ¿Cómo podemos acercar la filosofía a la vida cotidiana? ¿Qué significa ser un buen ser humano?
Estas fueron algunas de las preguntas que los filósofos se plantearon en Gran Bretaña a mediados del siglo XX, un periodo ensombrecido por la guerra y el ascenso del fascismo. En respuesta a la situación del momento, pensadores como Philippa Foot (creadora del famoso dilema del tranvía), Isaiah Berlin, Iris Murdoch, Elizabeth Anscombe, Gilbert Ryle y J. L. Austin se esforzaron en alcanzar un nuevo nivel de minuciosidad y autoconciencia sobre el lenguaje para intentar mantener la filosofía fiel a la experiencia cotidiana.
Una aventura terriblemente seria recorre las amistades y rivalidades, las preocupaciones compartidas y los apasionados desacuerdos de algunos de los pensadores más innovadores de Oxford. Lejos de quedarse encerrados en sus torres de marfil, los filósofos de Oxford vivieron, descifraron códigos, se convirtieron en diplomáticos y soldados en las dos guerras mundiales y a menudo se basaron en sus experiencias para crear obras maestras del modernismo británico con un planteamiento y un estilo totalmente originales.
¿Cómo definir la guerra en la actualidad? El escenario clásico ha cambiado, al disponerse de armas de destrucción masiva en manos de poderes en abierta oposición. ¿Cómo evitar el riesgo de una destrucción de la humanidad? ¿Es el camino reunir todos los poderes en uno solo, que ofrezca protección y seguridad? ¿Es posible alcanzar así una paz política y cultural duradera? ¿A qué precio? Tras su larga experiencia en aulas y en países en conflicto, el autor plantea el problema con una precisión escalofriante, y ofrece un itinerario capaz de garantizar la paz salvaguardando también la libertad.
Vivimos en una sociedad en la que la tecnología tiene cada vez más protagonismo, donde impera el ruido permanente, la hiperestimulación constante y una violenta rapidez. Un mundo en el que la silenciosa dominación de nuestras emociones gobierna todos los ámbitos de la vida. Ante este escenario, el presente libro propone una filosofía de la resistencia que nos permita cultivar el cuidado de la atención, plantar cara a esa emotiocracia (la dictadura de las emociones propia de la sociedad de consumo), y que nos empuje a desarrollar con compromiso una nueva manera de desear con el fin de ser más conscientes y responsablemente libres frente a los malestares contemporáneos. Pensar y actuar: una revolución intelectual que pasa por dejar de observar la realidad como sujetos pasivos para tomarla en nuestras manos como agentes activos y poder pensarla, sí, pero, sobre todo, transformarla.
UNA DEFENSA DE LA FILOSOFÍA COMO UN PENSAR RADICAL Y DISIDENTE, DE SANA OPOSICIÓN A LA REALIDAD QUE NOS VIENE IMPUESTA.
La presente «Contribución a la genealogía del pensamiento posmetafísico» es también «una historia de la filosofía siguiendo el hilo conductor del discurso sobre fe y saber». Desde la atención a la religión como figura actual del espíritu objetivo en la sociedad postsecular, muestra cómo la filosofía occidental ha incorporado a lo largo de su historia, en la forma de procesos de aprendizaje, contenidos religiosos, transformándolos en un saber capaz de justificación racional. Esta consideración apunta a la pregunta de cuál pueda ser hoy todavía una adecuada comprensión de la tarea de la filosofía.
Este primer volumen sienta las bases del estudio del camino evolutivo occidental desde la comparación de las imágenes del mundo de la era axial, pasando por la simbiosis de fe y saber en el platonismo cristiano y su progresiva diferenciación en la Europa medieval, hasta la via moderna, que abre los cauces filosóficos hacia la modernidad
En 1961 Foucault presenta la tesis complementaria para la obtención de su doctorado: la traducción al francés de la Antropología en sentido pragmático, de Kant, acompañada de una formidable y extensa introducción. Ese texto es la base de este libro. Una pieza que puede leerse -y de hecho así lo ha sido en general- en relación estrecha con Las palabras y las cosas, publicado pocos años más tarde, en 1966. En ambos hay una reflexión crítica sobre el sueño antropológico, sobre el humanismo moderno, sobre el estatuto de las ciencias humanas.
Hay una línea, muy trabajada, que vincula a Foucault con Nietzsche, a través de Heidegger. Existe también otra genealogía, menos frecuentada pero igualmente productiva, que llega a Kant a través de Heidegger. En Una lectura de Kant, Foucault se apoya decisivamente en la lectura que Heidegger realiza del autor de La crítica de la razón pura. La tesis centra de Foucault, según la cual la modernidad, y por lo tanto el kantismo, es la época en la que el pensamiento piensa la finitud a partir de la finitud, suena como un eco de las expresiones de Heidegger. Pero Foucault va más allá, pues extiende esta tesis a la problemática general de las ciencias humanas.
El interés de Una lectura de Kant reside, entonces, en situarse en el cruce de todos estos caminos. Es un punto de pasaje ineludible para comprender el desarrollo posterior de la obra foucaultiana, pero también un libro que renueva la forma de leer a Kant.
Obras como Una recensión literaria desmienten algunos tópicos sobre el genial pensador danés, al que se suele considerar tan centrado en la existencia individual que olvida las circunstancias sociales, tantas veces penosas, que determinan la historia humana. Lo cierto es que, frente al elitismo de las corrientes liberal y conservadora de su tiempo, Kierkegaard abrazó decididamente la causa del «hombre corriente».
Resulta paradójico que lo que comenzó siendo una mera reseña literaria sobre la novela de 1845 Dos épocas, de Thomasine Gyllembourg, que relata las vicisitudes de una familia de la alta burguesía de Copenhague, terminara convirtiéndose en un libro que apareció un año después.
La importancia de este escrito es doble. Por una parte, Kierkegaard expone en él su concepción del arte de la novela, que presenta numerosos puntos de contacto con las fases del discurrir de la vida. Por otra, el autor se pronuncia sin reparos en materia política y social, hasta el punto de formular un juicio crítico sobre la modernidad. Y lo que resulta más sorprendente: el diagnóstico de Kierkegaard es profético, en el sentido de que muchas de las notas que describen la sociedad de su tiempo se pueden aplicar a las actuales sociedades de masas, hasta el punto de constituir una llamada de atención que conviene tomar en serio.