Este volumen es un sentido tributo de Javier Marías a la figura y la literatura de William Faulkner, uno de los escritores más importantes del siglo XX, ganador del Premio Nobel en 1950. Su prólogo es toda una declaración de intenciones: «Si la única manera de que Faulkner vuelva a ser más leído y más recordado es no ir con sus libros por delante, como sería lo justo, sino con su persona y sus dichos y anécdotas —esto es, con lo que no escribió—, entonces hay que plegarse e intentarlo». Así, Marías traza en estas páginas el retrato de un personaje enigmático, tímido e impertinente que se tomaba tan en serio su actividad como tan poco en serio a sí mismo.
Un pequeño puerto de pescadores en una isla del Mediterráneo. Costa montañosa y escarpada, salvaje. Un malecón, una rada y un varadero, todo de dimensiones discretas, fundidas en el paisaje. En lo alto tres o cuatro laúdes de pesca y más arriba, frente al mar, varias casas en pendiente. Los días de calma es la imagen de un paraíso escondido; los días de tormenta, la furia de la naturaleza».
Así comienza este libro donde el autor rememora los días transcurridos durante treinta y tres veranos de su vida adulta en una casa junto al mar. Aquí hay una poética: frente al Mediterráneo como moda o escenografía publicitaria, el Mediterráneo esencial; frente a la casa como objeto mercantil, la casa como lugar de creación. Entre el mar y la montaña, los días tranquilos de la vida familiar y una filosofía de lo cotidiano que nace del paisaje, late el corazón de la casa de un escritor, el espacio donde imaginó gran parte de sus libros. Memoria íntima, historia y literatura conforman esta obra, una de las más bellas y personales de José Carlos Llop.
Con las primeras gotas de lluvia, un cadáver espera a ser encontrado junto a una vieja cabaña en las afueras de Zarzaleda, un pequeño pueblo de la sierra de Madrid. Sus habitantes se quedan conmocionados al descubrir que entre las rocas y las zarzas reposa el cuerpo de Manuel Villaseñor, el joven más prometedor del lugar.
Con su actitud huraña y su afición a perderse por los infinitos senderos de las montañas, Camino sabe que sospecharán de ella. No la ven con buenos ojos. A la sombra de esos bosques que tan bien conoce, empezará a indagar por su cuenta para hallar al verdadero asesino. Sabe que Manuel no era el chico perfecto que todos creen, pero nadie quiere ver ni escuchar la verdad...