Las tres primeras novelas de la saga del autoestopista galáctico de Douglas Adams. Tres obras maestras del humor reunidas en un solo volumen.
La ciencia ficción da para la distopía, la paranoia tecnológica, la metafísica, la épica, el terror… y, sí, también para las carcajadas cósmicas. Que es lo que provoca la descacharrante y estrafalaria aproximación al género de ese profesor chiflado llamado Douglas Adams.
Este volumen reúne los tres primeros libros de su saga interestelar, Guía del autoestopista galáctico, El restaurante del fin del mundo y La vida, el universo y todo lo demás, que nos presentan un plantel de personajes imbatible: el terrícola Arthur Dent, al que la construcción de una autopista hiperespacial desaloja de su casa, obliga a huir de su planeta y lanza a la aventura; el extraterrestre Ford Prefect, al que no le aceptan en ningún sitio las tarjetas American Express; el pirata esquizoide de dos cabezas y expresidente de Galaxia Zaphod Beeblebrox; el androide paranoide tendente a la depresión que responde al nombre de Marvin; la intrépida reportera transgalática Trillian…
Y entre una sucesión de andanzas rocambolescas y desternillantes por los rinconcillos más raros, recónditos y peligrosos de la Galaxia el autor da respuesta a algunas muy pero que muy trascendentales: ¿es posible que una nave acumule un retraso de novecientos años con todos los pasajeros dentro?, ¿se puede conseguir que una tetera automática prepare un té bebible y sin aspecto de menjunje?, ¿puede el exceso de zapaterías provocar la destrucción de un planeta?
Segundo volumen de las andanzas del autoestopista galáctico, con las dos novelas que cierran esta maravillosa "trilogía en cinco partes." A lo largo de la historia ha habido grandes sagas galácticas: Fundación, de Asimov, Dune, de Herbert, Odisea espacial, de Clarke, Star Trek, de Roddenberry o La guerra de las galaxias, de Lucas Pero solo una de ellas, la saga de la Guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams, aporta algo único a la literatura interestelar: el humor. Tras la aparición en esta colección de Los autoestopistas galácticos, que reunía la trilogía inicial, este volumen aporta de propina las otras dos novelas Hasta luego, y gracias por el pescado e Informe sobre la Tierra: fundamentalmente inofensiva que expanden el asunto hasta nada menos que una "trilogía en cinco partes."
Friedrich Schiller comenzó a escribir "Los bandidos" cuando apenas tenía diecisiete años y era alumno de la Academia Superior Militar. Esta institución, máxima expresión de un absolutismo ilustrado en su versión más represiva, acogía en su seno a los jóvenes más capacitados del reino, rigurosamente seleccionados para ser formados en carreras técnicas y administrativas, con el fin de crear una reserva de talentos destinados a trabajar en los más altos puestos del estado. Los incidentes que se produjeron durante el estreno de la obra y la insostenible situación que le creo al autor llevaron a Schiller a dar el amargo paso del autoexilio y abocaron, sin embargo, a "Los bandidos" a una carrera teatral imparable. "Los bandidos" se inscribe en las tendencias dramatúrgicas de la Ilustración y del "Sturm und Drang", con un lenguaje provocativo y en ocasiones soez. Pero también tiene muchos rasgos extemporáneos que están en claro contraste con esas dos tendencias: la falta de naturalidad y espontaneidad, el patetismo que a veces roza el ridículo, rasgos escénicos regresivos que combinados con las más radicales manifestaciones fundamentan y configuran el rango extraordinario de esta historia de dos hermanos enemigos y antagónicos, unidos, sin embargo, por el enfrentamiento con el padre.