«Es paradójico, la sensibilidad sin valentía es solo egoísmo que carcome. En Madrid puedo creer que soy mejor. Allí no tengo pasado, o si lo tengo, es una maraña que aparece cuando abro la boca y se define en el imaginario de la persona con quien converso. ¿Cómo serán mi casa, mi familia y mis amigos en ese lugar que no conozco?»
Macarena deambula por las presiones de la adultez y las convenciones de la clase media limeña de manera absorta, como si fueran los deberes y responsabilidades de otras personas.
Los trabajos obligados y las desventuras cotidianas, como la depresión y la migraña, se subliman a través de su mirada, que tiende al spleen, pero también a encontrar símbolos donde los demás solo ven objetos.
Viajar a Madrid a estudiar una maestría se vuelve, en ese contexto, una salida perfecta, una fuga hacia adelante, pero también el encuentro con lo que sí importa y exige decisiones: el amor y la escritura.
Walter, un director exitoso de teatro y televisión de unos cuarenta años, sufre una crisis vital. Divorciado de Marina -con quien tuvo a Martín, su hijo adolescente- y en pareja ahora con Cristina, intenta seguir viviendo como lo hizo siempre, rodeado de gente joven que lo admira, pero sin poder aquietar una angustia creciente que lo lleva a pensar que está cerca de la muerte.
Como en una danza bien orquestada, se suceden embarazos y partos, obras de teatro y series de televisión, separaciones y reencuentros. Y Martín, ese adolescente callado y confundido, partícipe de ciertos episodios de violencia nunca aclarados, decide viajar a Brasil para encontrarse a sí mismo.
Retrato lúcido e hiperrealista de un puñado de seres que bien pueden representar a la familia argentina actual, El circuito escalera es también una novela sobre la vida del artista que por momentos se cuestiona todo y no sabe ya si la creación es engaño o si el engañado es él.
A principios del siglo XX, llega a una pequeña aldea perdida en los Alpes el pequeño Andreas Egger, tras ser abandonado por su madre con apenas cuatro años. El niño crece sometido a la férrea disciplina de su tío, y su horizonte se agota en la cadena de enormes montañas que rodean el valle. Así, entre esas cimas de nieves perpetuas y esas paredes rocosas de fiereza salvaje que en su juventud laceraron su corazón con gélida impiedad, la vida de Andreas discurre entre la rudeza del entorno y una forzosa adaptación a los cambios que impone el progreso. Y aunque la construcción del teleférico y la irrupción del turismo de masas, con el consiguiente aluvión de excursionistas y esquiadores, desfiguran el microcosmos mudando las costumbres ancestrales, al final de sus días el octogenario Andreas permanece fiel a su naturaleza, contemplando una puesta de sol o bebiendo leche recién ordeñada con el mismo arrobo con que cincuenta años antes observaba embobado a la única mujer que le fue dado amar.
De una concisión y una pulcritud extremas, Toda una vida es una novela bellísima, una fábula sobre el sentido y el sinsentido de la existencia. Las pulsiones básicas del ser humano, la generosidad y el egoísmo, el amor y la muerte, son los pilares de un relato que fortalece el espíritu como un singular antídoto contra el desasosiego que invade al hombre moderno.