Poco antes de fallecer en enero de 2018, Ursula K. Le Guin mantuvo una serie de conversaciones con su amigo David Naimon sobre el acto más profundo e íntimo que puede llevar a cabo una mente creativa: el de escribir. Es a través del ejercicio de la escritura, que se alimenta del poder de la imaginación, como transmitimos las mejores historias. Naimon y Le Guin planeaban reunir sus charlas en un libro que funcionara como un diálogo amistoso sobre el placer de imaginar y la vocación de escribir, dirigido a todo aquel que quisiera indagar en el misterio de la creación.
Si usted lee "der schwankende Wacholder flüstert", sabrá que está ante una frase en alemán. Y pensará que se ha topado con el inglés si ve en un texto "before it is too late". Y no dudará que se escribió en italiano la frase "e’ un ragazzo molto robusto che non presenta particolari problemi". Si escucha la palabra "cusa" en un contexto español, pensará que es un vocablo que usted desconoce pero que probablemente existe (porque sí están en nuestro idioma «casa», «cesa», o «cosa», o «musa», o «rusa», «lusa», o «fusa»). Aunque en realidad no exista. Pero a usted le sonará español si las palabras que la rodean son castellanas. Y, si es usted español, no le cabrá ninguna duda de qué lengua tiene ante sus ojos si lee "txamangarria zera eder eta zera nere biotzak ez du zu besteroik maite". En efecto, es euskera. ¿Qué es lo que nos hace identificar palabras como propias o ajenas, o asignarlas a una u otra lengua?: el genio de cada idioma, que alcanzamos a identificar someramente incluso aunque no lo conozcamos. Esta obra se pregunta —y procura algunas respuestas— sobre el genio del idioma español. Qué le gusta y qué rechaza, cómo se comporta desde hace siglos y cuáles son sus manías y sus misterios. Sabiendo todo eso, adivinaremos mejor cómo somos nosotros y cómo va a evolucionar nuestra lengua.
El Japón es el país de la escritura. En 1970, Roland Barthes dedica una obra al sistema simbólico japonés, en un viaje no por el Japón rela, sino por el de sus signos. Barthes no es el turista que pasea por las calles, degusta la gatronomía o asiste a representaciones teatrales, sino el semiólogo que se afana por interpretar el significado y el significante. El resultado es un tratado sobre el signo, sus reglas y su belleza.
Con El Imperio de los signos, Roland Barthes, uno de los máximos representantes del postestructuralismo francés y uno de los padres de la semiótica moderna, inicia una fase en la que comienza a sentirse escritor, a construir un estilo propio; en palabras del autor: "Este libro es una especie de entrada, no tanto en la novela cuanto en lo novelesco"
La comunicación hizo a la humanidad. Su historia es el relato de todo aquello que nos unió y nos hace sentirnos en comunidad, de los retos a los que hemos debido enfrentarnos, de los grandes relatos que nos hemos contado y de las grandes ilusiones que han fundamentado y fundamentan nuestras sociedades. La "Historia mundial de la comunicación" descubre cómo las sociedades se han construido y desarrollado gracias a la cooperación, el intercambio y el préstamo cultural. Con diferentes soportes y medios, los humanos han avanzado en una comunicación cada vez más inmediata, rica y a mayor distancia permitiendo unas sociedades cada vez más complejas, mestizas e interculturales. Pero, al mismo tiempo, nos descubre los peligros que afectan a todas estas sociedades por la intervención de individuos y grupos que manipulan la información, que enfrentan las sociedades entre sí, para gestionar ellos la violencia en su beneficio.
Historia social de la literatura y el arte, el libro más conocido y emblemático de Hauser, se reedita cuarenta y cinco años después de su aparición. En la introducción a esta edición, que respeta la forma en que el libro se publicó originalmente, se propone fijar la atención en el magnífico intento del autor por comprender el presente a través de la investigación histórica.
La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil.
¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos.