Camilo José Cela, el taller del escritor recoge un conjunto significativo de aproximaciones a la atenta labor mediante la que el autor de La colmena organizó y moduló lo que podemos llamar su taller de escritor profesional. Poesía, novela, memorias, libros de viaje y apuntes carpetovetónicos fueron objeto de una vigilante tarea de gestación y preparación editorial. En ese proceso se va dibujando una interesante geografía cuyo recorrido separa la redacción manuscrita de la salida de la obra a la luz. Este volumen aborda ese derrotero iluminando sus aspectos menos conocidos desde la irrupción de Cela en la escena literaria española de los años cuarenta, y a lo largo de más de tres décadas. Uno de los perfiles menos atendidos de la personalidad de Camilo José Cela (1916-2002) como escritor remite a su conciencia respecto a todas aquellas facetas que envuelven el proceso creativo. Cela cuidó con esmero del obrador o taller que alumbró su obra, concebida más allá de las etiquetas convencionales de género –de las que siempre descreyó– y desde un radical compromiso con su tiempo y su lugar a través de la palabra. El escritor contempló cada una de sus iniciativas creadoras como un proyecto global en el que meditaba cuidadosamente: notas, manuscritos, espacios de creación, editoriales, reediciones e incluso contextos culturales. Así pues, si las coordenadas de su creación literaria iluminan en buena medida los distintos caminos de la narrativa española de posguerra, estos también se comprenden mejor al conocer los propósitos y los estímulos que alentaron, en cada una de sus etapas, la expresión pública de Cela a través de su obra.
Durante años, Álvaro Colomer ha entrevistado a los grandes maestros de la literatura sobre sus métodos de trabajo. El resultado es esta antología, que recoge casi un siglo de sabiduría (desde Ida Vitale, con cien años, hasta Mario Obrero, que apenas pasa de los veinte) y que sigue la construcción de una novela: inspiración, escritura, corrección y publicación. Descubrimos que Pere Gimferrer escribe tras un «destello»; que Aixa de la Cruz ha sustituido la cafeína por el yoga; que Vila-Matas corrige sus manuscritos como un pintor que consigue que no se vea la pincelada inicial; o que Luna Miguel siempre se masturba antes de comenzar. En definitiva, este es un manual de escritura creativa que no habrá letraherido al que se le resista.
Educada en una familia en la que los libros son «peligrosos para la salud», Paula sueña con tener su propia biblioteca. Este amor por la literatura la lleva a buscar una vida lejos del hogar de origen. Al otro lado del océano, primero en Barcelona y luego en Madrid, funda una librería habitada por las obras de sus autores más queridos.
Para su sorpresa, tras la muerte de su madre esta vocación abre espacio a nuevos anhelos, que a ratos parecen imposibles: tener un hijo y pertenecer por fin a un lugar de forma permanente. Dividida entre labores y países, Paula encuentra en la cerámica una nueva revelación. En el jardín de Mishal, su profesora, descubre el poder de la observación paciente y el trabajo artesanal, y acaba forjando la figura de la diosa de Laussel, que coloca en el centro de su casa. Guiada por ella, por charlas con amigas y por la lectura de sus escritores admirados, desde T. S. Eliot hasta Roberto Bolaño, Natalia Ginzburg, Agota Kristof o Marta Sanz, la autora argentina y fundadora de la librería Lata Peinada nos brinda un conmovedor memoir sobre el poder transformador de la literatura, el singular oficio de librera y las distintas formas de crear y reinventar la vida.
He aquí un inagotable suministro de ocurrencias en el uso cotidiano de la lengua española, sabrosos episodios de su historia, manipulaciones de los incansables separatistas, ridiculeces de políticos y otros pedantes... Y lo más grave: perversas ingenierías lingüísticas de quienes, en España y en todo el mundo, pretenden imponer su tiranía mediante la censura de palabras e ideas. Y de postre, una sorprendente recopilación de esas meteduras de pata que cometemos todos los hispanohablantes, caudalosa fuente de despistes, genialidades y picardías promovidas desde hace siglos por el diablejo Titivillus. Aunque los asuntos aquí tratados sean todo menos irrelevantes, La lengua retorcida es tan enemigo de la corrección política, tan irreverente con los dogmas de la modernidad, tan incisivo y tan divertido que el lector acabará llorando de risa. ¡Y tanto en prosa como en verso! «Ya habrás comprendido, amigo lector, que te vas a embaular un libro destornillante. Así que ponte cómodo en tu butaca favorita y prepárate a disfrutar, que es gratis».
Si hay un género literario capaz de ensimismarnos y regalarnos horas de placentera lectura, absortos en la resolución de algún enigma, en la persecución de un asesino o en la aclaración de un crimen más o menos sangriento, este es sin duda el género negro, la novela policiaca, también conocida como noir. Con la intención de desmontar los grandes tópicos que rodean a esta literatura, Eugenio Fuentes indaga en los orígenes históricos, sociales y literarios de un género que juega con la verdad y la mentira, con los problemas psicológicos de sus protagonistas o sus dificultades para relacionarse con el mundo y sus semejantes.
Ejemplar cultivador él mismo de este género, y creador del inolvidable personaje Ricardo Cupido, Fuentes se acerca en esta obra a los grandes autores de novela negra desde Poe o Conan Doyle hasta Stieg Larsson y explora personajes, tramas, emociones y toda la mitología propia de un género que explora nuestras miserias morales y que se desliza por la fina línea que separa el bien del mal.
Con un espíritu lúdico que atrapará a todo aficionado al libro y a la lectura, Alberto Manguel traza en esta deliciosa mezcla de psicología, historia, anécdotas, memoria, fantasía, estudios clásicos, etc., un estimulante recorrido por el caprichoso y apasionante laberinto de 6.000 años de palabra escrita. Lectores y experiencias de todos tiempos y lugares nos guían con amenidad a través de "Una historia de la lectura", precisamente la que Manguel ha sido capaz de articular a partir de su condición de lector ávido e inteligente: san Ambrosio, uno de los primeros en aprender a leer en silencio; Diderot, convencido de las propiedades terapéuticas de las novelas "picantes"; Borges, que pedía que leyeran para él su madre, sus amigos, quien estuviera a mano; Stevenson, que no quería aprender a leer para no privarse del placer que le producían las lecturas de su niñera...