«Me gusta el deporte amateur porque socializa, moraliza, produce una relación humana y hace surgir una epopeya». Con la benevolencia que le caracteriza, Boris Cyrulnik nos habla de la condición humana a través del prisma del deporte. Como gran fenómeno social del siglo XX, considera que la actividad deportiva es un magnífico campo de reconstrucción en el que la resiliencia, concepto que el neuropsiquiatra francés ha popularizado, encuentra una aplicación ejemplar.
Su enfoque antropológico lo lleva a formular la hipótesis de que las convenciones de los juegos nacieron con el advenimiento de la conciencia del otro por parte del niño y del placer que le produciría medirse con él. Esta forma de «protodeporte» del Homo ludens estaría en la raíz de nuestra evolución desde los albores de la humanidad.
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