¿Influyó el antiguo gnosticismo en el joven Hegel? En esta obra reveladora, Andrés Ortigosa examina una sugerente hipótesis planteada por el filósofo Leonardo Polo: que los escritos de juventud de Hegel, especialmente los de sus periodos en Berna y Fráncfort, contienen resonancias profundas con el pensamiento gnóstico. Con rigor y claridad, Ortigosa explora cómo las ideas gnósticas pueden haber moldeado la concepción temprana de Hegel sobre la razón como chispa divina y su búsqueda de la unidad entre lo finito y lo infinito. Para Hegel, la razón no es solo una herramienta humana, sino un reflejo de la esencia divina, en una comunión de lo racional y lo espiritual que desafía las interpretaciones seculares de su pensamiento. A través de un análisis minucioso de fuentes y textos, esta obra arroja luz sobre una dimensión poco explorada del célebre filósofo y revela la influencia de lo místico y lo mistérico en su formación. Hegel, el gnóstico es una lectura indispensable para quienes desean profundizar en los matices de su pensamiento y en las influencias que marcaron su filosofía, invitando al lector a redescubrir a Hegel desde un ángulo único, donde razón y misterio se entrelazan en una relación fascinante. «Este libro recorre las pistas que se nos van presentando a lo largo de las etapas de la vida y la obra del filósofo alemán, desbrozándonos un sendero por entre la espesura del gnosticismo y del propio Hegel». José Antonio Antón Pacheco, profesor titular de Historia de la Filosofía de la Universidad de Sevilla.
La fascinante historia de las reinas-faraón más poderosas del Antiguo Egipto.
¿Sabías que la primera faraona de la historia mandó sacrificar a decenas de personas para que fueran enterradas junto a ella y así tener compañía en el más allá? ¿Que la reina Sobekneferu lideró la primera gran campaña de «marketing» para lograr su ascenso al trono? ¿Que Hatshepsut hizo creer al pueblo egipcio que era hija del dios Amón para coronarse como faraona? ¿Que la cuenca vacía en el famoso Busto de Nefertiti se esculpió así a propósito, y no porque a la reina le faltara un ojo? ¿O que un extraño eclipse marcó el reinado de Cleopatra y el final de la civilización egipcia? Y lo más sorprendente, ¿cómo es posible que en un Estado absolutamente patriarcal una mujer pudiera llegar a ostentar el gran cetro del faraón?
Dos jóvenes se encuentran una tarde de septiembre en un casino alemán; no se conocen ni son presentados; pero él, Daniel Deronda, mira cómo ella, Gwendolen Harleth, juega y pierde a la ruleta. A ella su mirada le parece de «una ironía exasperante». Daniel, hijo adoptivo de un barón liberal que lo ha tratado siempre con cariño y educado impecablemente, pero nunca le ha dicho quiénes son sus padres, vive con un sentimiento de ilegitimidad pero tiene una personalidad afectuosa y sentimientos delicados: es capaz de hacer grandes gestos por los demás. Para Gwendolen, en cambio, los demás solo están para admirarla: está decidida a ser feliz… como mínimo a no dejar pasar la vida igual que otros; y además afirma: Cuando apunto no puedo evitar dar en el blanco. Pero su familia no tardará en caer en la ruina y su única vía de escape será casarse con un hombre rico al que crea que pueda dominar. Deronda, por su parte, rescata de ahogarse en el Támesis a una muchacha judía que ha huido de un padre explotador y se encarga de velar por su porvenir. Las relaciones de estos personajes se entrecruzan de las formas más inesperadas, creando una tensión presidida por el desafío de llevar una vida nueva y desconocida.