Es el verano de 1976. Peggy Hillcoat tiene ocho años y pasa los días con su padre, James, un hombre obsesionado con la supervivencia que ha convertido el sótano de su casa en un refugio nuclear. Una noche, sin previo aviso, James secuestra a su hija y se la lleva a una cabaña en medio de un bosque inmenso. Alejados de toda señal de vida humana, James convence a Peggy de que el mundo entero ha sido destruido. Juntos aprenden a subsistir: construyen trampas para cazar, se lavan en el río, almacenan alimentos. Los inviernos son largos y crueles; los veranos, fugaces. En su aislamiento, incluso fabrican un piano de madera que no produce sonido alguno. Durante años, Peggy vive en esa cabaña con su padre, sin cuestionar su realidad. Hasta que, un día, encuentra unas botas. El descubrimiento la empujará a una búsqueda desesperada que revelará los secretos de su encierro y la verdad sobre la última noche que pasó con James. ¿Qué ocurrió realmente en aquel bosque? ¿Cómo logró escapar? Y, sobre todo, ¿por qué ha vuelto sin él?
Una operación quirúrgica que extirpa el impulso sexual masculino, un tren que nos devuelve a cualquier punto del pasado, un invento genético que acerca la vida eterna... En esta mítica colección de relatos, Anna Starobinets retrata sin piedad una humanidad que se tambalea. Ciencia y religión, razón y pasiones, instinto y civilización: no hay pieza del puzle humano que escape a su mirada, a la vez devastadora y comprensiva. La glándula de Ícaro es una distopía que roza peligrosamente lo real, donde la ciencia es solo una excusa para abrir en canal a sus protagonistas y revelar sus engranajes. La obra de Starobinets es puro «horror lírico». Esta colección de relatos está repleta de pesadillas que amenazan no solo con cumplirse, sino con ser realidad en el momento en que se leen.
A los seis años, Rivero, nacido en 1942 en Guantánamo, llega con su madre a la casa de su bisabuela, en Santiago de Cuba, donde pasa los años de la infancia a la juventud entre la escuela, su casa de la calle Santa Úrsula y la misa de los domingos. Mientras tanto, en la isla, el Ejército Rebelde ha derrocado al dictador Batista y, en 1959, Fidel anuncia el triunfo de la Revolución. Rivero tiene entonces diecisiete años y aún desconoce lo que el destino le depara en esta nueva Cuba. Los planes del joven Rivero se ven interrumpidos al ser enviado a una de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), los campos de trabajos forzados que, entre 1965 y 1968, aglutinaron a artistas e intelectuales disidentes, a homosexuales y a quienes profesaban una gran diversidad de religiones en Cuba. A partir de ese momento, la biografía de Rivero quedará marcada por la desesperación y la impotencia ante el odio y la suspicacia de un sistema militar opresor.