En verano de 1812, Napoleón, en el apogeo de su dominio de Europa, marchó hacia Rusia con el mayor ejército de la historia y la convicción de que la expansión de su imperio era imparable. Sin embargo, apenas dos años después sus ejércitos fueron derrotados y Rusia salió victoriosa. Gracias a un profundo conocimiento de la singular realidad social, política y económica en tiempos del zar Alejandro I, este ensayo muestra por primera vez el papel crucial que desempeñó Rusia en las guerras napoleónicas. Dominic Lieven despliega ante los ojos del lector un auténtico fresco en el que tanto el emperador y los oficiales de su Estado Mayor como los soldados cobran vida. El fascinante relato pormenorizado de los acontecimientos que marcaron primero la estratégica retirada de las tropas rusas y finalmente la marcha sobre Europa liderada por el ejército del zar permite al autor desmantelar el afianzado mito según el cual la derrota de Napoleón fue el resultado del inclemente paisaje invernal ruso y señalar así el decisivo lugar de Rusia en la política europea, un lugar que incluso hoy merece la pena recordar.
Durante las vacaciones navideñas de 2028, una multitud de niños y niñas acuden a la Plaza Roja a recoger un insólito regalo: un efímero Kremlin de azúcar, soluble en el té, símbolo del nuevo Estado ruso. A lo largo de quince capítulos, estos particulares dulces pasarán de mano en mano hasta alcanzar cada estrato de la sociedad «neomedieval» rusa: un mundo en el que los hologramas y los robots conviven con un orden feudal que divide a la población entre señores y siervos, entre opríchniks y oprimidos. Con el virtuosismo y la imaginación desbordante que le son propios, Sorokin urde en este libro un relato de relatos singularísimo, tan mordaz como clarividente, que se lee como una gran enciclopedia del alma rusa y los avatares de todo un país.
Giorgio Agamben lee la famosa novela de Collodi, evitando las habituales interpretaciones esotéricas en favor de una «iluminación profana» donde el cuerpo y la imaginación se compenetran. Después de «La locura de Hölderlin», Agamben realiza una lectura del libro más leído y traducido de la literatura italiana «Pinocho». Y lo hace reformulando radicalmente las interpretaciones esotéricas de las aventuras del títere, de la muerte al renacimiento, de la metamorfosis del burro a ser tragado por el vientre de la ballena. El libro resultante no es un cuento de hadas, no es una novela, no es atribuible a ningún género literario, al igual que su protagonista, que no es ni un animal ni un niño, ni siquiera es un «quién», sino solo un «cómo»:es, en el sentido más estricto de la palabra, una salida o un escape, tanto de lo humano como de lo inane -por eso no hace más que correr-, y cuando al final se detiene está perdido.