Aunque el cenit de la literatura polaca suele estar asociado a sus grandes autores románticos, ya en el siglo XVI Jan Kochanowski (1530-1584) había elevado al más alto nivel literario la lengua del país. Y es que, verdadero humanista y hombre del Renacimiento, Kochanowski desplegó a lo largo de toda su obra una abrumadora erudición filológica, filosófica e histórica que supo combinar perfectamente con una sutilísima expresividad artística. Entre toda su producción, los "Trenos" (1580), un delicado conjunto de elegías dedicado a su hija Úrsula, muerta con solo dos años y medio, brillan con especial intensidad, y es que no habrá en toda la literatura polaca otras voces o sensibilidades que puedan equipararse a su ingenio, calidad expresiva y maestría compositiva hasta que Adam Mickiewicz, ya en el XIX, haga su aparición.
Si estás leyendo esto, es porque nos merecemos hacer este viaje. Es tiempo de entender que para curar de verdad, debemos de dejar de ignorar nuestra herida. Que es necesario enfrentar los problemas y no seguir huyendo de ellos. Te aseguro que, por más difícil que parezca, no todo está perdido; el sol volverá a brillar.
Por alguna razón estás aquí, leyéndome, y quiero recordarte que la tormenta pasará. Que hay esperanza incluso en medio del desastre, y ninguna persona vale tanto para que dejemos de querernos a nosotros mismos por mendigar su amor.
Todo tiene su tiempo, y te aseguro que, después de este viaje, no seremos los mismos. Cada cosa que ha sucedido nos está moldeando para el mejor momento de nuestras vidas. No es tiempo para rendirnos. No dudes de ti. Nos hemos levantado un y otra vez, y esta no será la excepción.
En esta colección de relatos se exploran las diversas facetas de la muerte, desde lo místico y aterrador hasta lo melancólico y reflexivo. Cada cuento ofrece una perspectiva única sobre el fin de la vida y lo que podría esperar más allá.