El hombre es un ser temporal, pero participa de la eternidad y es constantemente educado por ella. Los discursos reunidos en este volumen meditan sobre algunas de las principales enseñanzas que lo eterno -o sea, el bien- imparte al hombre. Estas enseñanzas han de ser creídas, pues lo eterno no se deja atrapar en las redes del entendimiento humano. Dicho con la maravillosa imagen empleada aquí por Kierkegaard: El bien enseña al que se esfuerza, le ayuda, pero sólo como lo hace la madre amorosa cuando enseña al niño a andar solo: la madre está a una distancia tal que en realidad no puede cogerlo, pero tan pronto como este se tambalea, ella se inclina rápidamente como si lo fuera a agarrar.
¿Qué es el cristianismo? Para responder a esta pregunta nada mejor que centrarse en uno de sus textos fundamentales, el credo, en el que la comunidad cristiana ha sintetizado su fe y a través del cual la proclama. Al tratarse de un texto fijado en los albores del cristianismo, se hace necesario entender bien qué se quiso decir y cuáles fueron el contexto y el trasfondo en los que nace. Pero por ser expresión viva de la fe, ha de ser sometido a una constante reinterpretación para que sus fórmulas sean inteligibles a los creyentes de cada época. El equilibrio entre la fidelidad a algo recibido en el seno de la Iglesia y la actualización de su contenido es una exigencia que atañe no solo a la teología, sino a la vida de fe de todo creyente.
En las últimas semanas de 1847 vieron la luz en Copenhague estos «discursos edificantes», que buscaban explorar el fondo más profundo en el que se asienta el cristianismo: Dios como amor absoluto. La existencia humana puede, de algún modo misterioso, participar de la trascendencia a través del amor, ámbito por completo distinto del mundo, el tiempo y las vicisitudes egoístas en las que se mueve la vida de los hombres. En último término, sólo hay una alternativa: vivir la existencia de espaldas o delante de la eternidad. Y quién se atreve a vivir ante Dios experimentará en su espíritu, aún de manera deficiente, el exceso de amor que lo rodea, en el que se mueve y por el que existe.