La adolescencia, esa etapa de la vida donde todo se siente a flor de piel, vista a traves de los ojos de Ana María Matute en siete narraciones cortas y desoladoramente luminosas.
Algunos muchachos reúne siete narraciones cortas. En ellas se habla de niños, de adolescentes en su tránsito definitivo hacia la vida adulta. De muchachos que no quieren crecer y se aferran a ese universo de sutiles y maliciosas sabidurías que esconde la infancia y a su desgarrado descaro. La astucia de El Galgo en una historia entre fantástica y real ("Algunos muchachos"); el pequeño rebelde que quiere incendiar su casa ("Muy contento"); la redactora de un infantil diario íntimo ("Cuaderno para cuentas"); la rara personalidad de Claudia ("No tocar"); el misterioso halo que envuelve a Ferbe ("El rey de los zennos"); el rencor del protagonista de "Retrato del joven K" o la patetica figura de Adela ("Una estrella en la piel") atraviesan estas páginas. Cómplices, furtivos o asombrados, estos muchachos aparecen en toda la riqueza de su sensibilidad a traves de la prosa lírica, hiriente y desoladoramente luminosa de Ana María Matute.
Escritos a lo largo de medio siglo, los poemas que conforman Los dedos de la Aurora giran en torno al mundo clásico, tema nuclear en la obra de Luis Alberto de Cuenca al que se ha acercado como traductor, filólogo y estudioso y que ha dejado una huella profunda y perdurable en su poesía, una de las más prestigiadas e influyentes de las últimas décadas. Los autores helenísticos de la Antología Palatina, en particular, pero también los elegíacos y epigramistas latinos, la épica de Homero o de Virgilio y la lírica arcaica, comparecen en homenajes que a la vez que transmiten el legado de la Antigüedad lo reelaboran en clave irónica o sentimental. Seleccionada por Luis Miguel Suárez, con prólogo del autor y epílogo de Victoria León, la antología ofrece una muestra deliciosa y altamente significativa de un universo poético que recrea las fuentes grecorromanas o se sirve de la narratividad de sus mitos para indagar en los universales de la condición humana, expresando un vitalismo a prueba de tinieblas.
Desde que en 1962 viajó a América Latina por primera vez, Eric Hobsbawm mostró un interés apasionado por aquellas tierras, «donde la evolución histórica se producía a gran velocidad» y podía ser observada en el curso de una vida. De aquí que dedicase gran parte de su obra a estudiar unas gentes y unos países que pensaba que podían ser el próximo escenario de una revolución. A su muerte, en 2012, dejó encargado que se hiciese una compilación de estos estudios, una tarea que se ha encomendado al profesor Bethell, quien ha reunido aquí los recuerdos de sus viajes, los estudios sobre la persistencia del feudalismo, sus retratos de los campesinos como rebeldes y como revolucionarios, su visión de las revoluciones de México, Cuba y su punto de vista sobre la peculiar revolución militar de Perú, sobre la violencia en Colombia y sobre el Chile de Allende como esperanza y tragedia.