Un tren que viene del conurbano a Buenos Aires sufre un accidente. En el recuento de las víctimas faltan dos de las cuarenta y tres personas que viajaban en el tren, entre ellas Hugo Lamadrid, un presunto homicida que aprovecha la situación para escaparse de la policía. Mientras todo el país espera los resultados de ADN delante de la televisión, una mujer y su hija —enfrentada a un gran dilema— se dan a la fuga sin mirar atrás.
En medio del sinfín de interrogantes, denuncias e hipocresías que inundan los medios de comunicación, Osvaldo Domínguez, un inspector de policía adicto al trabajo, intenta dar con el paradero de Lamadrid. Aunque ostenta un récord en resolución de homicidios, empieza este caso con mal pie. Hasta que decide saltarse las normas para demostrar que morirse es la mejor forma de escaparse del sistema.
Una novela redonda sobre la huida del dolor como forma de supervivencia y la rebelión ante los roles de género contemporáneos.
Es el verano de 2014. Una mujer joven que acaba de ser abandonada por su pareja huye de Barcelona a Madrid con un secreto y la convicción de que el apocalipsis se acerca. Cuatro siglos antes, otra mujer, Deborah Moody –quien pasó a la historia como «la mujer más peligrosa del mundo»–, se ve obligada a emigrar a las colonias de América del Norte cargando a su vez con otro secreto, muy distinto. ¿Qué tienen en común estas dos mujeres? ¿Por qué han decidido alejarse de aquello que conocen y empezar de nuevo?
En Wild Thyme, Pensilvania, el verano no ha traído más que problemas al oficial Henry Farrell. La heroína ha llegado a la zona y, con ella, un dramático incremento de la delincuencia. Sin embargo, aún le queda algo de tiempo para disfrutar de sus aficiones favoritas: cazar, beber cerveza, conducir sin rumbo fijo por los lagos y los bosques en su vieja camioneta o tocar bluegrass con su grupo de amigos. Pero cuando un vecino admite haberle disparado a un hombre y comunica la desaparición de su novia, los días apacibles del oficial parecen tocar definitivamente a su fin. Por si fuera poco, el hallazgo de un cadáver no identificado en el río Susquehanna, que apunta a la vinculación de ambos casos, terminará de complicarlo todo...
Freya Lockwood solía trabajar como cazadora de antigüedades con su exmentor hasta que en un viaje a El Cairo todo terminó mal. Más de veinte años después, recibe una llamada de su excéntrica tía Carole, amiga incondicional de Arthur, en la que le informa de su misteriosa muerte. Freya regresa al pueblecito inglés en el que se crio junto a su tía para acompañarla en esos difíciles momentos, donde recibe una inesperada carta encriptada de su antiguo amigo. Pero eso no es todo. En la tienda del anticuario descubre los diarios que éste había escondido donde solo ella podía encontrarlos. Todo apunta a que Arthur, conocedor del peligro de su situación, había dejado pistas a Freya y Carole para que llegaran al fondo del asunto si le pasaba algo. Además, el abogado encargado de ejecutar la herencia les impide acceder a la tienda, que Arthur ha legado a Freya en su testamento, hasta aclarar lo ocurrido. Embarcadas en la investigación, deciden asistir a un evento de fin de semana para amantes de las antigüedades que Arthur había reservado donde nada es lo que parece y nadie es quien dice ser.
Robert Grieve, un joven inglés que vive a la deriva en Camboya, trabajando como profesor en una pequeña aldea, decide desaparecer del mapa. La primera noche, rumbo a Tailandia, un golpe de fortuna activa una cadena de acontecimientos en la que toman parte una bolsa de dinero «maldito», un americano distinguido, un baúl repleto de heroína, un taxista buscavidas y la hija de un médico rico. Cazadores en la noche es un sofisticado juego del gato y el ratón con reminiscencias de Patricia Highsmith, en el que las identidades son difusas, la avaricia se impone a la bondad y el karma es despiadado. Una novela magistral que confirma a Lawrence Osborne como uno de los escritores contemporáneos más potentes.
Un elogio de la felicidad y del amor sin condiciones.
Han pasado seis meses desde la muerte de mi madre. No he sido capaz de afrontarla hasta que un desconocido ha aparecido en mi vida de una manera sorprendente, apremiándome para que resuelva los asuntos pendientes. He de aceptar una herencia que, aunque resolverá mi vida, me atará definitivamente a la de mi familia. No estoy segura de que sea eso lo que quiero: perder mi independencia. Además, no es algo simple, nada de firmar unos papeles en el notario, no. Primero he de instalarme en su casa durante tres meses y seguir las instrucciones que me ha dejado en seis cartas. ¿Por qué tanto misterio? ¿Quién es este Paul Dombasle que, también fallecido, me ha traído hasta París para hacerme un regalo extremadamente valioso? ¿Y mi madre? ¿Quién era realmente mi madre?
Con estas preguntas comienza para Miranda Herrera un camino lleno de misterio, descubrimiento, peligro y «días rojos» —esos en los que de repente tenemos miedo y no sabemos por qué—, que la llevará, a través de las extraordinarias vidas de su madre y de su abuela, al amor sin ataduras ni convenciones que tantos se empeñan en negar.