Mientras la sociedad terrestre rechaza a los robots humanoides, los Mundos Exteriores, antiguas colonias de la Tierra, han basado su economía en el trabajo de los robots, desarrollando así una sociedad altamente tecnológica, mucho más que la terrestre, en la que los individuos no soportan la presencia de sus congeneres: todos los contactos sociales se producen por medio de proyecciones holográficas. Por eso, el detective Baley no sabe por dónde empezar cuando le envían a Solaria a resolver el primer asesinato que se produce en doscientos años, pues todo parece apuntar, paradójicamente, a que ha sido cometido por un robot.
Segundo y poderoso poemario de esta autora best seller. Dividido en cinco movimientos (marchitarse; caer; enraizar; crecer; florecer), este poemario se desliza desde las profundidades de un desamor y el dolor que conlleva hasta la fuerza y la alegría que pueden florecer tras ese sufrimiento. Un vibrante y trascendental viaje sobre el crecimiento y la curación, la descendencia y el honor por las raíces de uno, la expatriación y la búsqueda del hogar en uno mismo.
Zel despierta y sabe que Flyn y Jack están lejos de ella. Se encuentra a salvo, su madre biológica llevaba buscándola desde que se la arrebataron de los brazos y vive en Bosque Marfil, una residencia para jóvenes semihumanos con capacidades especiales como las de ella. Adam, uno de los chicos con dones, la ayuda a buscarlos a través de unas sesiones en las que introduce en su mente recuerdos falsos que conectarán sus mentes.
Mientras tanto, Jack y Flyn son prisioneros de una organización clandestina donde experimentan y sacan provecho de los dones de los semihumanos, y cuya prioridad es dar con el paradero de Zel, su miembro más valioso; por eso los someten a sesiones dolorosas para recuperarla.
Mientras intentan encontrarse unos a otros, descubrirán que la intuición que tenían de conocerse desde hace tiempo quizá no sea tan equivocada y que son capaces de cosas extraordinarias juntos.
Con los pies descalzos y el alma al descubierto, los ojos grandes que captan la vida al vuelo, mira con inocencia sin saber que incendia mares. Que el sol persigue su sombra. Que la luna le aúlla. Que las estrellas cierran los ojos al mirarla.
Francia, verano de 1944. Con nueve años, Mainou acaba de perder a su madre mientras daba a luz a su hermana pequeña. El compungido padre se ve obligado entonces a enviar a Mainou a Lorena, con su abuela, al otro lado de la línea de demarcación, escondido en un carro de heno. Allí, en la granja familiar, tratará de retener los últimos suspiros de su infancia mientras la realidad lo empuja a evadirse: el miedo, la pena, la guerra. Junto a esa familia que aún no conocía, y a los misteriosos sucesos que los rodean, el niño se confía a la imaginación para atravesar el duelo y sobrevivir a los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial.
En Hasta que pase un huracán, una adolescente de clase media es la protagonista de una vida muchas veces tediosa, en una ciudad cerca del mar, de la que sueña huir. En Lo que no aprendí, una niña observa atentamente la figura que representa su padre: un abogado que ejerce prácticas paranormales. Su voz inocente y su mirada lúcida son una búsqueda para sanar su propia historia. Finalmente está Educación sexual, un texto que se mueve entre ficción autobiográfica y el ensayo, ambientado en un colegio del Opus Dei del Caribe.
Con este último quedan al descubierto las conexiones entre los tres títulos: una colección de estampas de juventud de mujeres que se rebelan con ironía, inteligencia y arrojo frente a la tradición y los abusos, y que intentan reinventarse constantemente en otros mundos.
Instalada en el cansancio crónico, fruto de una inespecífica dolencia, la narradora de esta novela decide ingresar en una clínica de lujo eficazmente diseñada para restaurar cuerpos enfermos. Allí se rodea de un selecto grupo de pacientes que, como ella, se entregan a los tratamientos —algunos secretos y otros experimentales— que les suministran en el sótano del edificio. Entre sus compañeros se encuentra Rubén, que actúa como maestro de ceremonias, y su mujer Dolores, con quien la protagonista entabla una amistad incierta. También la señora Goosens y su sobrino Adolfo, que parecen sanar y empeorar, respectivamente, a ritmos sospechosos. En común tienen una máxima: «Las miserias nos las callamos todos por dignidad.» Pero cuando la mejoría física de la protagonista no llega, cuando las dinámicas del grupo parecen obligar a sus integrantes a elegir entre soledad o tiranía, los recelos emergen.