Don José es el único nombre que aparece en las páginas de este libro. Es un hombre solo, un simple escribiente, que tiene una afición secreta: recortar y coleccionar noticias sobre personas famosas, desde un obispo hasta una actriz, completando sus fichas con documentos del Registro Civil, donde trabaja. Cuando, por azar, entre las dichas de los famosos se traspapela el registro de una mujer anónima, Don José se obsesiona y comienza a buscar a la «mujer desconocida». Todo los nombres es, a todas luces, una novela psicológica, en la que el autor traza un perfecto retrato del funcionario y, a la vez, una crítica irónica a la burocracia.
Una copa, un reloj, una butaca... enseres rutinarios y aparentemente anodinos, todos ellos cobran vida y carácter propio en este hermoso libro que puede abrirse en cualquier página. Luis García Montero nos entrega aquí pequeñas piezas sobre objetos de uso tan cotidiano que a menudo pasan inadvertidos. Con elegancia, ironía y gran sensibilidad, repasa y revisa algunas de sus pertenencias, guiado por la necesidad de «tocarlas una a una, como un deseo de rebeldía, como una forma de resistencia». Un libro de relatos sobre aquello que rodea y ordena la vida del escritor, que hace poesía de lo cotidiano, del aprecio y del apego por las cosas que te han rodeado al crecer y madurar.
En el Tokio de los años sesenta, donde cohabita la sociedad moderna con las viejas tradiciones y la mujer goza de más libertad, pero en el ambiente siguen flotando los viejos prejuicios, Taeko Asano es una mujer independiente, divorciada, con un buen nivel de vida. Cansada de jóvenes inmaduros y de nuevos ricos banales, seduce a Senkitchi, un camarero de una discoteca gay de escandalosa reputación. Senkitchi es joven y atractivo, de mirada angelical, pero también de ambiciones perversas, y la aventura arrastrará a Taeko más allá de lo que espera. En "La escuela de la carne" Mishima enfrenta el mundo refinado de sutiles códigos sociales con el de la vida cotidiana, incluidos los bajos fondos, de un Japón que huye del corsé de sus tradiciones.
Vidas rebeldes: En los crudos alrededores de Reno, la «capital mundial del divorcio», confluyen cuatro almas perdidas: la bella Roslyn, que nunca se ha sentido verdaderamente parte de nada ni de nadie, y tres hombres desarraigados que vagan por aquellas tierras subsistiendo con el poco dinero que obtienen de participar en rodeos o cazar caballos salvajes. A lo largo de esta intensa y emocionante historia, los cuatro descubrirán que la libertad tiene su precio, y el corazón, sus leyes. Vidas rebeldes es la novela que Arthur Miller escribió para guiar a la cámara y que más tarde llevó a la gran pantalla en un filme protagonizado por Marilyn Monroe. El resultado es un género de difícil clasificación, que prefigura perfectamente la película al tiempo que ofrece la intensidad narrativa que sólo puede salir de la pluma de un escritor.
La prosa de Pablo Neruda recogida en este volumen revela aspectos desconocidos de la rica y compleja personalidad del poeta. Estos textos describen el Extremo Oriente de sus años juveniles, hablan de personajes y sucesos chilenos y de las más inesperadas latitudes, describen el paisaje marino de Isla Negra, narran misteriosas ceremonias celebradas por extravagantes amigos en alguna casona perdida en un barrio de Santiago de Chile o describen dos casos de chilenos ejemplares, los de Mariano Latorre y Pedro Prado, la eterna lucha entre América y Europa, entre naturaleza y cultura, realidad criolla e invención cosmopolita.
Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, pocos sabían quién era Samuel Beckett, salvo, quizá, los que ya lo conocían como exsecretario de otro irlandés no menos genial: James Joyce. Por aquellas fechas, Beckett tenía escrita ya gran parte de su obra literaria; sin embargo, para muchos pasó a ser «el autor de Esperando a Godot». Se dice que, desde aquella primera puesta en escena -que causó estupefacción y obtuvo tanto éxito- hasta nuestros días, no ha habido año en que, en algún lugar del planeta, no se haya representado Esperando a Godot. El propio Beckett comentó en cierta ocasión, poco después de recibir el Premio Novel de Literatura en 1969, que Esperando a Godot era una obra «horriblemente cómica». Sí, todo lo horriblemente cómica que puede resultar la situación de dos seres cuya grotesca vida se funda en la vana espera de ese ser al que llaman Godot.