Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, pocos sabían quién era Samuel Beckett, salvo, quizá, los que ya lo conocían como exsecretario de otro irlandés no menos genial: James Joyce. Por aquellas fechas, Beckett tenía escrita ya gran parte de su obra literaria; sin embargo, para muchos pasó a ser «el autor de Esperando a Godot». Se dice que, desde aquella primera puesta en escena -que causó estupefacción y obtuvo tanto éxito- hasta nuestros días, no ha habido año en que, en algún lugar del planeta, no se haya representado Esperando a Godot. El propio Beckett comentó en cierta ocasión, poco después de recibir el Premio Novel de Literatura en 1969, que Esperando a Godot era una obra «horriblemente cómica». Sí, todo lo horriblemente cómica que puede resultar la situación de dos seres cuya grotesca vida se funda en la vana espera de ese ser al que llaman Godot.
Contratada para resolver un caso a primera vista sencillo, la detective Bruna Husky se enfrenta a una trama de corrupción internacional. En un futuro en el que la guerra etá supuestamente erradicada, Bruna lucha contrarreloj por la libertad y en defensa de la vida, mientras asimila los sentimientos contradictorios que le produce hacerse cargo de una niña pequeña. Bruna Husky es una superviviente capaz de todo que se debate entre la autosuficiencia y la deseperada necesidad de cariño; una fiera atrapada en la cárcel de su corta vida.
La redención del amor a través de la entrega total. Descubre en El vencedor está solo un intenso, sincero y bien documentado viaje hacia nuestra fascinación por la fama, el éxito y el dinero. En el atractivo entorno del festival de Cannes, durante 24 horas seguiremos los pasos de Igor, un empresario ruso cuya aparición transformará la vida de quienes le rodean. Adéntrate en la obra de un autor provocador y valiente que rompe con los esquemas preconcebidos de nuestra sociedad. Un fenómeno literario con millones de seguidores en las redes sociales. Ambientada en el atractivo entorno del festival de Cannes, El vencedor está solo va mucho más allá del lujo y del glamour, y nos aboca a una profunda reflexión acerca de los propios sueños y de cuál es la escala de valores con la cual nos medimos.
«-Anda,niña: dinos quién fue. Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certerom como a una mariposa cuya sentencia estaba escrita desde siempre.-»
«El tren hizo una parada en una estación sin pueblo, y poco después pasó frente a la única finca bananera del camino que tenia el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con el abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética. Nunca se lo escuché a nadie ni me pregunté siquiera qué significaba.» Compendio y recreación de un tiempo crucial para Carcía Márquez, Vivir para contarla ofrece el recuento de sus años de infancia y juventud, aquellos en los que se fundaría el imaginario que más tarde daría lugar a relatos imprescindibles. Novela de una vida, en sus páginas emocionantes va descubriendo ecos de personajes e historias que poblaron su obra, lo que la convierte en una guía de lectura, una compañía indispensable para iluminar pasajes inolvidables que, tras el disfrute de estas memorias entrañables, adquieren una nueva perspectiva.
«Esta es, incrédulos del mundo entero, la verídica historia de la Mamá Grande, soberana absoluta del reino de Macondo, que vivió en función de dominio durante 92 años y murió en olor de santidad un martes de septiembre pasado, y a cuyos funerales vino el Sumo Pontífice.» Leyendas complementarias del universo creado por García Márquez, los relatos reunidos en este volumen están entre los más celebrados del autor. Pasajes bucólicos y sin embargo cargados de tensión, reúnen los temas que caracterizan su visión de la realidad latinoamericana: la tiranía militar, la soledad y la pobreza, con las pasiones humanas como reflejo del trópico agobiante y aun con un lugar para la ironía de lo cotidiano, con el texto del título como corolario pantagruélico de su genial capacidad narrativa.