Octubre, 1961. Un avión repleto de mujeres despega de Madrid con destino a Australia. Ciento catorce almas, equipadas con sus sueños y temores, se dirigen al fin del mundo.
UN VIAJE AL PAÍS DEL ATARDECER DORADO
UN AMOR IMPOSIBLE DE OLVIDAR
UN SECRETO A PUNTO DE ESTALLAR
Entre los verdes campos de caña de azúcar de Queensland y el dorado del cielo australiano, se alza la plantación Santa Ana. Elisa, una joven asturiana integrante de una iniciativa del franquismo y la iglesia católica para poblar Australia llamada Operación Marta, consigue trabajo en la hacienda aunque ella tiene otro objetivo: encontrar al padre de su hijo, desaparecido tiempo atrás.
Sin embargo, cuanto más investiga, más misterios descubre alrededor de la plantación, de sus patronos y de los duros trabajos de los jornaleros. Bajo la amenazante mirada del sacerdote y el guardián de Santa Ana, Elisa buscará la verdad y hallará la sabia y valiente compañía de los aborígenes del lugar y de aquellos que, como ella, han perdido demasiado para temerle a nada.
Celia Santos escribe sobre la Operación Marta o "el avión de las novias", un viaje histórico en el que cientos de mujeres fueron enviadas a Australia con la esperanza de un futuro mejor. El país del atardecer dorado nos desvela el oscuro enigma oculto tras esa promesa en una historia repleta de amor, esfuerzo y esperanza de la mano de unos personajes inolvidables.
Victoria Barnett lo tiene todo. Una brillante carrera como enfermera. Un marido guapo y cariñoso. Un bonito hogar en las afueras y el sueño de llenarlo de niños.
La vida es perfecta... o eso parece.
Hasta el día en que se ve envuelta en un terrible accidente y todo se desmorona.
Ahora Victoria ya no puede caminar, alimentarse o vestirse por su cuenta. Ni siquiera puede hablar. Está atrapada en el piso más alto de su casa y necesita cuidados las veinticuatro horas del día.
Su marido contrata a Sylvia Robinson para ayudarle. Pero parece que Victoria no tiene tantas limitaciones como le han contado. Y está desesperada por contar una historia... si tan solo pudiera articular las palabras.
Entonces, Sylvia encuentra el diario de Victoria escondido en un cajón.
Y lo que contiene es aterrador.
¿Pueden tres citas derribar las murallas de un corazón?
Clare lo tiene todo menos un corazón. Se lo rompieron de adolescente y, desde entonces, se ha dedicado a evadir las relaciones y así evitar que vuelvan a jugar con ella. Tiene líos de una noche y su lema es: No repetir.
Lucas es su opuesto: un romántico empedernido que salta de una relación formal a otra.
Son amigos, y se atraen. Deciden tener sexo. Pero Lucas le pide tres citas antes de acostarse esa única vez, como pretende Clare. Tres citas en las que él intentará derribar las murallas alrededor de su corazón.
Greta, marcada por la desaparición de Julieta, su hermana pequeña, vuelve a Formentera para cuidar a su querida abuela Matilde, el pilar de la familia, que mantiene viva la llama de la infancia a través de las leyendas mágicas de la isla, las historias y su sabiduría. El regreso obligará a Greta a enfrentarse a los fantasmas del pasado y a su madre, Helena, con quien tiene una relación distante y conflictiva.
Todos aquellos mares es un relato de redención lleno de luz, íntimo y emotivo, sobre la profundidad de las relaciones humanas y la complejidad de los vínculos familiares.
Los espectadores que en 1983 fueron a ver El sur, el clásico de Víctor Erice, se enfrentaron a dos enigmas sobre el origen. El primero, el del pasado del padre de la narradora, quedó irresuelto cuando el productor cortó el rodaje antes de viajar al sur en busca de respuestas. El segundo alude al origen de la propia película, que parte de un «guión de Víctor Erice basado en un relato de Adelaida García Morales»: un relato escrito en 1981 que por entonces aún permanecía inédito. Su publicación en 1985, acompañado por Bene, supuso un descubrimiento doble: no solo revelaba al fin los misterios del sur (o una de sus versiones posibles), sino también a una escritora magnética, personalísima, que transmutaba sus recuerdos de infancia (he ahí otro enigma sobre el origen) con una alquimia embrujada de secretos y silencios; la relación entre padre e hija de su relato, más convulsa y equívoca que la de la versión truncada de la película que llegó a estrenarse, se funda en una suerte de condena compartida, y se recorta sobre un escenario fantasmagórico, casi gótico.
1943. En medio del horror, una bella canción sobrevuela Auschwitz. Es la voz de David, un joven judío con un talento prodigioso a quien le han encomendado llevar los cuerpos de las víctimas a los hornos crematorios. Esa melodía llega hasta los oídos de un oficial nazi que queda embelesado. Sin embargo, no será el único en admirar ese don. También se ha fijado en él Helen Spitzer, una de las encargadas de limpiar los uniformes de los soldados.
Pronto afloran entre ambos prisioneros sentimientos que parecían prohibidos en un lugar como ese. Pero la llegada de un nuevo médico al campo de concentración amenaza con separarlos. El despiadado doctor Mengele se ha interesado en Helen para que le ayude con sus macabros experimentos… La tragedia y el amor unirán a David y a Helen, pero el nazismo les recordará que, para ellos, cualquier día puede ser el último.