Frente del Somme, octubre de 1916. Tras el ataque a la trinchera Regina el oficial de señales J. R. R. Tolkien enferma de fiebre quintana. Las condiciones de debilidad extrema en las que se encuentra hacen que sea evacuado al hospital número uno de la Cruz Roja, ubicado en el Casino de Le Touquet-Paris-Plage. Allí es atendido por la enfermera voluntaria Gala Eliard, una fascinante aristócrata que huye de un pasado tormentoso y a la que le impulsa la necesidad de salvar la vida de al menos un solo hombre. El breve encuentro entre ambos, que tiene lugar durante tan solo ocho días, cambiará para siempre el mundo creativo del escritor y encenderá la chispa que inspirará la creación de uno de sus personajes más poderosos, la elfa Galadriel, y del que será uno de los mayores fenómenos literarios del siglo XX.
Lacrónica sería un «grandes éxitos» de Caparrós, una compilación de sus mejores crónicas, si no fuera porque allí, además, el autor cuenta su historia en el periodismo y reflexiona sobre cómo escribe lo que escribe, cómo piensa lo que piensa, cómo se hace lo que hace. Entre recuerdos de su primer jefe, Rodolfo Walsh, y de su último maestro, Tomás Eloy Martínez, Caparrós da una lección de escritura de la no ficción que las facultades de periodismo de España y América Latina ahora emplean para enseñar esta materia.
Todo lo que usted siempre -o nunca- quiso saber sobre Lacrónica, ese extraño género del periodismo que empezó a poner por escrito el continente americano y tiene el don de permitirse la duda, brilla en esta obra que, casi sin querer, se volvió ineludible.
Roma, otoño de 1542. Miguel Ángel se encuentra en el punto de mira de la Inquisición. Vive una profunda crisis religiosa y su amistad con Vittoria Colonna, la marquesa de Pescara, no ha pasado desapercibida. El jefe del Santo Oficio, el cardenal Gian Pietro Carafa, ha ordenado seguir a la dama para identificar el lugar donde se reúne la secta de los Espirituales, encabezada por Reginald Pole, que aboga por el retorno a la pureza evangélica en una ciudad donde la corrupción campa a sus anchas. Roma, que se ha convertido en una ciudad devorada por el vicio, será el cruel teatro en el que se crucen las vidas de Malasorte, la joven ladronzuela que ha recibido el encargo de espiar a los Espirituales, de Vittorio Corsini, el capitán de los esbirros de la ciudad, de Vittoria Colonna y del mismo Miguel Angel Buonarroti, el artista más genial de su tiempo.
Gran Bretaña, 1984. El anuncio del cierre de las minas de carbón desata la mayor huelga de la historia británica. Piquetes, policías, esquiroles, empujones, puñetazos, golpes de porra. Para imponerse en la batalla, la primera ministra Margaret Thatcher encarga al Judío, un oscuro ejecutivo de las cloacas del Estado, que aplaste al enemigo interno recurriendo a cualquier tipo de método. Escuadrones parapoliciales, palizas, ocupación de poblaciones enteras, agentes provocadores.
Enfrente estará el Sindicato Nacional de Mineros, liderado por el carismático Arthur Scargill, el Presidente, el Rey Carbón, el Führer de Yorkshire, capaz de movilizar a miles de mineros con sus piquetes volantes o de recabar apoyos y solidaridad de la Unión Soviética o de la Libia de Gadaffi.
David Peace ganó el James Tait Black Memorial con esta despiadada y magistral novela negra que narra la vez que más cerca estuvo Gran Bretaña de una guerra civil.
Dos sitios y dos épocas diferentes: el Madrid de los ochenta, en plena ebullición, y la Barcelona de diez años más tarde, una ciudad igualmente vibrante.
Náufragos recrea la relación entre Alejandra y Julio en este espacio urbano y poético donde se entrelazan los sueños, el amor y la incertidumbre. En él compartirán experiencias y reflexiones, pero las circunstancias laborales y familiares los irán separando, pese al empeño de ambos por negar la evidencia de que sus vidas ya han tomado rumbos diferentes.
Entre 1960 y 1967, Charles Bukowski y Sheri Martinelli mantuvieron una relación epistolar tan tempestuosa como desenfrenada, un torrencial cruce de cartas caracterizado por su sinceridad absoluta y su feroz urgencia. Bukowski empezaba por entonces a disfrutar del reconocimiento que tanto le había costado alcanzar, y en estas misivas se refleja la mezcla de alegría y extrañeza con la que lo recibe. Sheri Martinelli, la inopinada confidente del autor, era también escritora, crítica, artista plástica, modelo de Vogue y editora.
Aunque hicieron planes para encontrarse, Bukowski y Martinelli no llegaron a conocerse en persona; sin embargo, la relación que se forja a lo largo del presente volumen es de una intensidad y una profundidad muy poco comunes. La esencia de la creación artística, la política en la convulsa época de la rivalidad entre Kennedy y Castro, el sexo en sus distintas vertientes, la perversión y la figura de Pound como vínculo entre ambos son algunos de los numerosos temas que abordan y desbrozan los dos escritores sin asomo de recato ni preocupación por el qué dirán. Esta correspondencia —trufada de exabruptos, tropiezos e incorrecciones, pero sobre todo de felices hallazgos instintivos— constituye un valioso documento para todo aquel que aspire a leer a Bukowski sin filtros, en estado puro.