Desde Tombuctú, Doudou y su mujer huyen de la guerra en dirección a Melilla en busca de una vida mejor. Tras múltiples abusos por parte de la policía marroquí y de las mafias que sacan provecho de su desesperación, consiguen subir a una patera. Ella está embarazada y temen morir en el mar, ahogados.
En el pequeño camposanto de la Isla de Alborán, aparece una cabeza mutilada de origen africano, rodeada de gaviotas decapitadas con cabezas de muñecas de porcelana en su lugar. Un islote habitado solo por un reducido destacamento de la Armada española, con el objetivo de preservar el territorio nacional ante la posible llegada de migrantes, vivos o muertos, y de velar por el ecosistema protegido de la zona en colaboración con un biólogo de la Junta de Andalucía.
La sargento Julia Cervantes, Infante de Marina experimentada, es enviada con el contingente que se desplaza a Alborán tras el macabro descubrimiento. En su vida solo quedan su hijo Mario y su madre. Después de varios años, sigue sin poder superar la muerte de su marido.
Durante una terrible tormenta, quedan totalmente incomunicados con el exterior y desde la megafonía del faro comienzan a escuchar una extraña nana: “Diez soldaditos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve”. Cuando empiezan a sucederse los asesinatos, el terror se desata en la isla. Julia debe hallar al culpable si quiere volver sana y salva junto a su hijo pero, ¿hay alguien más en la isla o el asesino se encuentra entre sus camaradas?
Imagina que hay otra España desde el golpe del 23-F. Y que vivimos en una dictadura militar.
Imagina que te llamas Libertad Guerra y eres periodista en el diario Pueblo, en Madrid. Que tu padre fue un poeta rojo y que en Lerma, vuestro pueblo, acosan a tu madre. Imagina que, mientras agoniza la movida de los 80, te enrollas con Imanol, un joven actor vasco. Y que la policía lo detiene y desaparece. Imagina que un flechazo te ha perforado. Y que tienes que encontrar a Imanol como sea.
Una novela epistolar sobre el final del amor y sobre cómo nuestra cotidianidad puede cambiar en un instante.
Agneta y Emma son dos hermanas que han crecido bajo la atenta mirada de una madre autoritaria que las ha conducido a buscar respuestas y afecto fuera del hogar. El reciente divorcio de Agneta y la reclusión de Emma en casa de su abuela hará que se cuestionen el papel crucial que las relaciones tienen en sus vidas y cómo la ruptura de estos vínculos puede cambiarlo todo en un instante, llevándolas a conocerse y a descubrirse a sí mismas.
Una novela íntima y delicada sobre la necesidad de pertenencia y sobre cómo nos definen los lazos que tejemos a lo largo de la vida.
«Pasaron el tiempo y una multitud de cosas, tantas que ahora forman un torbellino. Estoy aquí solo, la sombra del cuerpo se ha ido alargando, a la vez que vuelven a mí mechas sueltas de aquellos tiempos».
Un hombre regresa, después de mucho tiempo, a su lugar de origen y, apostado en un punto desde el que puede ver todos aquellos sitios que marcaron su vida -su hogar, la escuela, donde jugaba con sus amigos, donde experimentó el dolor, la violencia, el miedo y el odio-, recuerda su infancia y esa frontera vital que es el paso a la adolescencia.
Mil doscientos pasos es la distancia exacta que separa a este hombre de la casa familiar en esta historia de iniciación, de amistad, de descubrimiento de la vida y también de la maldad, de secretos no confesados por el temor a las consecuencias. Esta novela es el relato emocionante de un momento crítico de nuestro pasado: los años duros y oscuros de la posguerra.
«Hace poco un amigo me dijo que todavía sueña con la escolanía, con los pasillos por los que nos movíamos. Siempre que me junto con la gente de entonces las conversaciones acaban tratando sobre aquellos años, y así las historias se mantienen frescas. Creo que desde entonces he comido coliflor muy pocas veces. Le cogí manía. ¿Te acuerdas de la cubierta de bechamel? No sabíamos lo que había debajo. Veíamos las bandejas al entrar al comedor y pensábamos que eran canelones, y luego era una decepción cuando nos servían. [...] También me ocurre que hay conocidos de aquel entonces que han seguido trabajando en el mundo de la música, y cuando me topo con ellos empezamos a contar batallitas, y al final hay una red tan grande de recuerdos y anécdotas que uno no sabe dónde acaba aquella época y empieza esta, lo que sea que esté pasando ahora».
Primera entrega de la tempestuosa historia de un amor imposible de alto voltaje.
Mi relación con Ezra fue igual que un cóctel de frutos secos: cuando abres la bolsa, te prometes a ti misma que te comerás únicamente lo que te gusta y tirarás a la basura esos garbanzos tan duros que solo meten para rellenar. Aunque al final te sorprendes, pues acabas con todo, con lo bueno y con lo malo.
Del mismo modo acepté a Ezra, un hombre que representaba cuanto yo aborrecía y que, además, se jactaba de ello.
Pasé por alto las señales e hice oídos sordos a sus advertencias de que no era tan solo el típico malote que fumaba a escondidas en el instituto, robaba en los supermercados o falsificaba las notas.
Ezra hacía mucho daño a quienes él decidía, en especial a las mujeres. No le temblaba el pulso para mantener su posición dentro de ese mundo sórdido en que estaba instalado.
Yo fui testigo de ello.
Intenté huir.
Y a punto estuve de lograrlo.
Sin embargo, debería haberme alejado antes.