Gran Bretaña, año 1468. El sacerdote Christopher Fairfax llega a una aldea remota enviado por el obispo de Exeter para celebrar el funeral del vicario que acababa de fallecer. El difunto, apasionado coleccionista de artefactos de otras épocas, murió accidentalmente mientras excavaba en los alrededores. Fairfaix se aloja en la vicaría y en los aposentos del religioso fallecido descubre una colección de objetos considerados heréticos, y textos de especialistas en el pasado que sugieren una verdad distinta a la doctrina de la Iglesia, que afirma que el hombre fue castigado con las cuatro plagas: epidemias, guerra, hambruna y muerte tras haberse rendido a la ciencia y a la tecnología. Solo la vuelta a la fe en Cristo salvó in extremis a la humanidad. Fairfax descubre que la torre junto a la que murió el vicario guarda numerosos vestigios de la civilización
perdida, y todas las pruebas apuntan a que alguien los depositó allí pensando en un futuro donde fuera posible reconstruirla. La lectura de los libros heréticos que ponen en duda el poder omnipotente de Dios y las causas del Apocalipsis, junto con las investigaciones que le sumergen en esa comunidad aislada harán tambalear la fe y las creencias del joven sacerdote.
Todas las civilizaciones se creen invulnerables.
La Historia nos advierte de que ninguna lo es.
Un secreto celosamente guardado duerme en las calles de Madrid. Cris Stoian despierta en un lugar desconocido, sin recordar nada y con la única referencia de una nota dejada por su hermano Daniel. Cuando, además, descubre su cuerpo cubierto de espantosas cicatrices, un abismo se abre bajo sus pies. ¿Quién es? ¿Qué hace escondida allí? ¿Por qué en su nota su hermano le pide que no salga ni contacte con nadie?
En la frenética búsqueda de su propia identidad, Cris asiste impactada a la transformación que está sufriendo la ciudad, algo imparable, insospechado, sobrecogedor. Descubrir su origen, su significado y su relación con lo que le ocurrió traerá de cabeza a las autoridades. Sin embargo, las respuestas no están en sus manos.
El placer del viajero transcurre en Venecia y, como escribió Frank Kermode, las novelas situadas en esa ciudad, por alguna razón, tienden a ser siniestras, como si en ella hubiera algo que confundiera las expectativas de la decencia. En esta historia de cuatro personajes, Colin y Mary, amantes desde hace varios años, de posición bastante acomodada, pasan sus vacaciones en esta ciudad anónima, haciendo el obligado turismo y sintiendo ese estado de disociación que a menudo se experimenta en las ciudades ajenas. Tras conocer a un misterioso italiano, casado con una canadiense, se ven progresivamente envueltos en una relación con am-bos. Los encuentros son agradables, casuales... pero hay en el aire algo amenazador, sofocante, inexplicable. Colin y Mary, súbitamente aislados y vulnerables, son arrastrados hacia lo desconocido, conducidos a acciones y sentimientos más allá de su control.
Maggie Cassidy (escrita en 1953 y publicada en 1959) es el tercer volumen del magno ciclo La leyenda de Duluoz. En ella, el joven Jack Duluoz, de dieciséis años, conoce a una chica en el baile de Nochevieja de 1939, coquetean, vuelven a verse, se dan celos, son víctimas de murmuraciones, se pelean, se reconcilian y se enfrentan a las primeras decisiones de la vida adulta.
Es la historia del primer amor del protagonista, un amor adolescente que engloba otros despertares: al mundo exterior, la sexualidad, la espiritualidad, los estudios, el trabajo, la vocación.
Una niña siente una envidia creciente hacia su hermana Nona a quien todo lo que le ocurre es “especial” y, lo que es peor, le ocurre a escondidas. Una mujer al borde del desahucio confía en una benévola y solitaria anciana que le invita a tomar café. Un grupo escolar comenta un cuadro, y de repente alguien ve en él algo inquietante que perturba la serenidad del momento. La narradora se aloja en un hotel madrileño y al salir vive un salto en el tiempo… Cristina Fernández Cubas revisita la infancia y la madurez, la soledad y la familia, la cotidianidad de nuestras casas y nuestras ciudades y nos descubre que en todos ellos tal vez aniden inadvertidos el misterio, la sorpresa y el escalofrío.
«En el siglo XX, en Europa», dice el narrador, «no queda lugar para tierras misteriosas ni anacrónicas aventuras robinsonianas…» Pero un joven seminarista, excelente traductor del griego y del latín, y absoluto ignorante de los códigos del mundo, se ve compelido a protagonizar una extraña peripecia…En El año de Gracia se reúnen muchos de los elementos de la novela clásica del género ―tempestades, naufragios, una isla desierta e, incluso, un especialísimo y ocurrente salvaje…― pasados por el tamiz peculiar al mundo onírico de la autora.