En un pasado lejano, no la llamábamos Hiroshima, sino Ashihara. Era un amplio delta cubierto de juncos». Así comienza la descripción que la escritora Ota Yoko hace del paisaje de su ciudad natal antes de que, el amanecer del 6 de agosto de 1945, la primera bomba atómica que descendía sobre el mundo lo cambiara para siempre. En un instante, un destello de luz verde azulada dejó tras de sí cientos de miles de muertos, una cifra superior de heridos, los edificios derruidos y la tierra quemada. Apenas unos días después, Japón resolvía su rendición absoluta: la guerra había terminado, pero, como remarca la autora, la vida continuaba.
Ciudad de cadáveres es el grito agónico de una víctima apremiada por la urgencia de plasmar por escrito la devastación, el horror, la desesperación y el caos de los que ha sido testigo.
¡EL APOCALIPSIS SERÁ TELEVISADO!
Llega la saga más adictiva y meteórica: de autoeditado a superventas con 1.000.000 de lectores.
¿Sabes qué es peor que romper con tu novia? Tener que cuidar de su gata de exhibición premiada. ¿Y qué es aún peor? Una invasión alienígena, la destrucción de las estructuras terrestres creadas por la humanidad y la explotación de los supervivientes mediante un programa de entretenimiento sádico e intergaláctico.
Carl, un veterano de la Guardia Costera, y la princesa Dónut, la gata de su exnovia, intentarán sobrevivir al fin del mundo, o pasar al siguiente nivel, en una mazmorra de fantasía llena de trampas y digna de un videojuego. Pero la mazmorra es en realidad el plató de un reality show televisivo con espectadores por toda la galaxia.
Goblins explosivos. Pociones mágicas. Llamas mortíferas que trafican con drogas. No es un programa cualquiera: lo importa no es sobrevivir, sino garantizar la audiencia.
Al recién llegado David F. Wallace los agentes del Centro Regional de Examen de la Agencia Tributaria de Peoria, Illinois, le parecen de lo más normal. A medida que se adentra en la tediosa y repetitiva rutina de su trabajo, conocerá la magnífica variedad de personalidades que han sentido la llamada de hacienda. Su llegada coincide, además, con el recrudecimiento de fuerzas conspiratorias que pugnan por despojar el trabajo del rastro de humanidad y dignidad que todavía queda.
Los ocho relatos que componen Extinción forman un universo surrealista en el que conviven la realidad más prosaica con delirantes espirales de la conciencia humana.
En «El alma no es una forja» las fantasías que un niño imagina mientras su profesor cae en un delirio homicida le sirven para hablar de la angustiosa soledad de su padre. «Extinción» nos presenta a un matrimonio que visita una clínica del sueño para tratar los ronquidos del marido, en lo que resultará ser un doloroso retrato del desamor. «El canal del sufrimiento» explica los inimaginables prodigios anatómicos que permiten a un escultor crear cotizadas miniaturas, reflejando el absurdo y la profundidad de la creatividad artística.
Tallulah es una chica lista y alegre que está estudiando para convertirse en bióloga marina. Tiene veintiséis años y está sin blanca. Así que cuando Burguess, un curtido veterano jugador de hockey que acaba de convertirse en padre soltero, le ofrece un trabajo como niñera interna, aprovecha sin pensárselo la oportunidad de que le paguen por vivir en un barrio elegante y estar con Lissa, una niña estupenda, pero introvertida.
Sin embargo, la niña a su cargo no es la única que necesita unos consejos para encajar. Según., en fin, según todo el mundo menos Burguess, él tiene que volver al mercado sentimental, y la aventurera Tallulah es la persona perfecta para mostrarle el camino. Pero a medida que van cruzando líneas y Burguess se ve dividido entre su hija (que quiere que sus padres se reconcilien) y la increíble química que tiene con Tallulah, aparece un abismo insalvable, y Tallulah hace lo «correcto»: destrozarse el corazón e irse.
Aunque Burguess sabe que es lo mejor, porque es demasiado cínico y ha vivido muchas experiencias, un encuentro fortuito y un nuevo empujón de su hija lo obligan a darlo todo y a luchar para demostrar que ha aprendido bien la lección y que se merece un final feliz con Tallulah.
Enero de 1942. Cuando exigen al lujoso hotel Avallon colaborar en la guerra alojando a trescientos diplomáticos y simpatizantes nazis, la prioridad de June Hudson, la directora, es convencer a sus trabajadores de seguir como si nada, y sin perder la sonrisa. Sin embargo, también debe lidiar con Tucker Minnick, el agente del FBI cuya investigación para destapar los secretos que guardan los alemanes amenaza el delicado equilibro que ella se desvive por mantener.
A medida que oscuras alianzas y emociones inesperadas van resquebrajando el brillante barniz del hotel, June se ve obligada a reconocer el verdadero precio de la riqueza. Al fin y al cabo, solo ella sabe el sacrificio necesario para contentar a todos: a su personal, a las autoridades y, sobre todo, a las tumultuosas aguas dulces que discurren por el corazón del hotel y que nacen en los mismos montes Apalaches.