El bosque no figura en ningún mapa de Irlanda. Cada vez que un coche lo bordea, se avería... Y el de Mina no es una excepción. Entre los árboles, la joven encuentra un extraño búnker donde se hallan otros tres desconocidos. Dentro hay una pared de vidrio y una bombilla que se enciende al anochecer, cuando los vigilantes salen a la superficie. Es fácil saber que han llegado: sus gritos siempre resuenan alrededor del edificio. Las criaturas se dedican a acechar a sus humanos cautivos. Pero ¿qué son? ¿Qué les hacen cuando los atrapan fuera del búnker? Y lo más importante: ¿cómo se puede escapar de un sitio donde los dispositivos electrónicos no funcionan y no es posible orientarse? A. M. Shine es uno de los principales autores irlandeses del terror actual. Los vigilantes, ambientada en un misterioso bosque al oeste de Irlanda, es su novela más famosa y su adaptación cinematográfica la ha dirigido Ishana Shyamalan con M. Night Shyamalan de productor.
Las imprescindibles reflexiones del Premio Nobel de Literatura J.M. Coetzee sobre el efecto de la censura en la obra de los escritores.
Este es un análisis de la censura desde la perspectiva de alguien que ha tenido que vivir y trabajar bajo su sombra. Los ensayos que recoge este volumen buscan comprender la pasión que actúa a la hora de imponer el silencio y la censura. Coetzee sostiene que una destructiva dinámica de animosidad y creciente beligerancia suele afectar a los rivales en cualquier terreno donde exista la censura.
Desde la orden que recibió Osip Mandelstam de componer una oda a Stalin, hasta Breyten Breytenbah escribiendo poemas bajo la atenta mirada de los guardias de su prisión, hasta el duelo de ingenios que Alexander Solzhenitsyn emprendió con los órganos del Estado soviético, el libro se centra en cómo los escritores se han enfrentado a lo largo de la historia con la censura, desde Erasmo hasta el sistema impuesto por el apartheid, y analiza las argumentaciones que buscan la prohibición de la pornografía, víctima habitual de la censura.
El hilo conductor de este tercer volumen de relatos ambientados en el imaginario pueblo siciliano de Vigàta es el amor: pasión, erotismo, celos e infidelidades son los ingredientes principales de estas ocho nouvelles, sazonadas con el inconfundible sentido del humor de Camilleri y que recuerdan a «Las mil y una noches» y al «Decamerón» de Boccaccio. Camas, sillones y catres son testigos de sustos, confabulaciones, intrigas y una irrefrenable voluptuosidad que atraviesa el libro como un torrente vital que hechiza al lector y lo desarma entre carcajadas. Por estas páginas desfilan divinidades paganas, santos, vírgenes y criaturas circenses puestas al servicio de una astuta y descarada providencia narrativa que, siempre imprevisible, se burla de las expectativas enredando y desenredando a placer. Entre los protagonistas, cuatro equilibristas suecas, las atractivas y fascinantes vikingas voladoras, que montan estruendosas motos como amazonas; un cazador cazado en el uso de sus indiscretas armas de seducción; una joven fervorosa que desea tanto la santidad que, para alcanzarla, termina por corromper y corromperse; o un tío ávido y de singular bajeza moral que cree poder lucrarse de la virginidad de su sobrina huérfana. Ocho historias mordaces y pícaras, pero también llenas de piedad y de ternura, para reflejar la vida inventada de Vigàta entre 1910 y 1950 que el maestro siciliano escribe en un estado de feliz y divertida creatividad.
Es la primavera de 1976, y han pasado veinte años desde que Eilis se casó con Tony Fiorello y abandonó Brooklyn para mudarse a Long Island, junto a su extensa familia política. Ahí nacieron sus hijos, Rosella y Larry, y durante estos años ha vivido en aparente armonía, hasta que un hombre con acento irlandés aparece en la puerta de su casa con una inesperada noticia que hace que la frágil paz conyugal, compuesta de atronadores silencios, se tambalee. Por primera vez en mucho tiempo, Eilis se siente lejos de su Irlanda natal y decide regresar a Enniscorthy, a un mundo que creía haber dejado atrás y a unas maneras de vivir, y de amar, que pensaba haber perdido del todo. ¿Se equivocó al elegir a Tony? ¿Es demasiado tarde para cambiar de rumbo?
Argel, 1956. Fernand Iveton, un joven obrero comunista de treinta años, decide mostrar su apoyo a la causa independentista del FLN contra Francia colocando una bomba. La peculiaridad de Iveton es que es un pied noir, es decir, un francés blanco nacido en Argelia, y ese colectivo estaba entonces masivamente al lado del gobierno colonial.
La bomba, estratégicamente dispuesta en un lugar donde no pueda provocar heridos ni víctimas, es desactivada antes de que estalle, y el activista acaba detenido. Es interrogado, torturado y condenado a muerte. Sus abogados piden clemencia a las más altas instancias, entre otros al ministro de Justicia de entonces, que es el futuro presidente François Mitterrand. Pero el perdón no llega, e Iveton se convertirá en el único pied noir ejecutado por el gobierno francés durante la larga guerra de Argelia.
En su momento, el caso sacudió a la opinión pública: ¿era Iveton un héroe o un terrorista? ¿Un idealista o un criminal? ¿Un adalid de la libertad frente al colonialismo o un traidor a su país? El libro reconstruye con los instrumentos de la narración novelística la historia real del protagonista: el atentado fallido, la detención, el proceso, pero también la infancia de Iveton, la relación con su amada Hélène, sus ideales de justicia social… La literatura repara una injusticia. La literatura rescata del olvido a un ser humano cuyo nombre se diluyó entre las muchas víctimas de una sangrienta guerra.
Un libro en el que se entrecruzan el arte, la literatura y la vida: la confirmación del inmenso talento de María Gainza.
Una noche, durante su estancia bonaerense para el rodaje de su película Tetro, Francis Ford Coppola le dijo a María Gainza: «El artista viene al mundo con un carcaj que contiene un número limitado de flechas doradas. Puede lanzar todas sus flechas de joven, o lanzarlas de adulto, o incluso ya de viejo. También puede ir lanzándolas de a poco, espaciadas a lo largo de los años. Eso sería lo ideal, pero ya sabés que lo ideal es enemigo de lo bueno».
Además de Coppola, en Un puñado de flechas asoman una acuarela de Cézanne sustraída de un museo de Buenos Aires, la casa de un coleccionista, un paseo por el Walden Pond de Thoreau, las enigmáticas pinturas de Bodhi Wind en piscinas californianas que aparecían en la no menos enigmática Tres mujeres de Robert Altman, los óleos del pintor catalán Nicolás Rubió en los que evocaba el pueblo francés donde pasó la guerra civil española, la vida cosmopolita y la memoria de la escultora María Simón, las andanzas del pintor Francis Hopkinson y su asistente Moon en México y un cuadro maldito de Tiziano oculto en Tzintzuntzan…