Una historia que construye un mosaico familiar alrededor de la persecución de los judíos ucranianos en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial. Cada generación de escritores en Alemania produce en algún momento el gran texto generacional sobre el nazismo. Ahora es el momento de la camada de escritores de origen eslavo cuyas familias, por diferentes motivos, emigraron a Alemania después de la caída del muro. Dado que se trata de hechos históricos suficientemente establecidos, lo que ofrece este texto es una brillante y conmovedora narración que renueva la experiencia estética vinculada a aquellos hechos.
«Pasaron el tiempo y una multitud de cosas, tantas que ahora forman un torbellino. Estoy aquí solo, la sombra del cuerpo se ha ido alargando, a la vez que vuelven a mí mechas sueltas de aquellos tiempos».
Un hombre regresa, después de mucho tiempo, a su lugar de origen y, apostado en un punto desde el que puede ver todos aquellos sitios que marcaron su vida -su hogar, la escuela, donde jugaba con sus amigos, donde experimentó el dolor, la violencia, el miedo y el odio-, recuerda su infancia y esa frontera vital que es el paso a la adolescencia.
Mil doscientos pasos es la distancia exacta que separa a este hombre de la casa familiar en esta historia de iniciación, de amistad, de descubrimiento de la vida y también de la maldad, de secretos no confesados por el temor a las consecuencias. Esta novela es el relato emocionante de un momento crítico de nuestro pasado: los años duros y oscuros de la posguerra.
Imagina que hay otra España desde el golpe del 23-F. Y que vivimos en una dictadura militar.
Imagina que te llamas Libertad Guerra y eres periodista en el diario Pueblo, en Madrid. Que tu padre fue un poeta rojo y que en Lerma, vuestro pueblo, acosan a tu madre. Imagina que, mientras agoniza la movida de los 80, te enrollas con Imanol, un joven actor vasco. Y que la policía lo detiene y desaparece. Imagina que un flechazo te ha perforado. Y que tienes que encontrar a Imanol como sea.
«Isaak Bábel escribe estos relatos a lo largo de su carrera literaria, entre los años 1915 y 1930 –dice Ricardo San Vicente en la “Nota sobre la obra” incluida en este volumen–, intercalando estas pequeñas piezas escritas en primera persona con el resto de su obra. El volumen reúne, además de dos textos propiamente autobiográficos, el ciclo que Isaak Bábel quiso publicar bajo el título de Historia de mi palomar, un conjunto de relatos con los que el autor se propone recrear su tiempo y esbozar el naciente mundo soviético, ruso y judío que le tocó vivir. […] Los textos aparecieron en diversas revistas, y se sabe que el autor quería entregar el libro acabado en 1939. Pero los servicios del NKVD arrestaron a Isaak Bábel el 15 de mayo de aquel año y requisaron todos sus manuscritos. Con la desaparición de los textos y el asesinato del autor, la cuestión de si se trata de una obra acabada o no sigue y seguirá siendo una incógnita. […] Lo que vemos hoy es un último borrador, un ejemplo del juego narrativo y verbal que el autor nos quería ofrecer.»
Atlas del eclipse es un hipnótico ensayo narrativo o libro de viajes o novela sin ficción que transcurre durante cien días del año 2020. Desde mediados de febrero, cuando Reinaldo Laddaga contrajo el coronavirus, hasta las manifestaciones que provocó el asesinato de George Floyd. Durante esos meses extraños, el autor se dedicó a caminar sistemáticamente por la metrópolis fantasmal, a recorrer la dimensión más desconocida de la ciudad de Nueva York. Sus viejos parques, cárceles, asilos, cementerios y sanatorios. Y los nuevos camiones frigoríficos que albergaban los cadáveres de la pandemia. Con la lucidez que brinda la luz del cataclismo, el escritor argentino relee en estas páginas la obra de Edgar Allan Poe, la topografía de Central Park o Coney Island, la figura de Donald Trump o la tradición literaria del limbo, esa zona flotante entre los cielos y los infiernos. El resultado de todas esas excursiones físicas y mentales, por el presente y por el pasado, es un libro fascinante, que recuerda por momentos a los de Ryszard Kapus´cin´ski o Joan Didion, y que se inscribe por méritos propios en la estela de Delirio de Nueva York, de Rem Koolhas, y Bajos fondos, de Luc Sante. Literatura ambiciosay vagabunda para indagar en el subconsciente de una ciudad y de una época.
Diane Cook publicó Una nueva tierra salvaje en 2020. Es un libro que sale a la luz en el momento de la pandemia del Covid-19 pero que, evidentemente, se concibe antes de que nuestro planeta parara y comenzáramos a ver la vida a través de la ventana y, desde ella, observáramos cómo la naturaleza ganaba terreno ante nuestra ausencia. En esta novela no hay ciencia ficción ni aparatos extraños, a pesar de estar situada en un futuro que podría llegar dentro de cientos de años o pasado mañana mismo. Sus protagonistas abandonan la Ciudad y se adentran en la Reserva, un territorio ignoto que reúne toda la hostilidad y toda la belleza de la naturaleza salvaje: una nueva naturaleza en la que la norma fundamental para habitarla es la de no dejar huella humana. Fuera de la Reserva está la Ciudad donde se apiñan sus habitantes, donde el aire enferma a los niños, donde todos los colores son artificiales. El resto del territorio planetario está dedicado a la explotación de recursos o a almacenamiento de basura. La supervivencia en la Reserva parece, frente a ello, todo un privilegio. Sin embargo, en las páginas de esta novela no encontrarás una defensa de la Naturaleza como ese lugar idílico que proteger o al que regresar para curar todos los males de la humanidad, tampoco una defensa del buen salvaje en estado natural frente al ser humano corrompido por el progreso y el capitalismo feroz. No es una novela moral o naíf ni una novela ecologista, ni siquiera una novela distópica, aunque lo parezca. Es una obra que explora la condición humana en una situación tan adversa como ininteligible para el humano del Antropoceno: intentar sobrevivir luchando contra todo lo que el progreso y la civilización nos ha enseñado.