Segunda parte de Yo, Julia, la saga que nos descubre uno de los personajes más fascinantes de la antigua Roma.
Mantenerse en lo alto es mucho más difícil que llegar. Julia está en la cúspide de su poder, pero la traición y la división familiar amenazan con echarlo todo a perder. Para colmo de males, el médico Galeno diagnostica que la emperatriz padece lo que él, en griego, llama karkinos, y que los romanos, en latín, denominan cancer. El enfrentamiento brutal entre sus dos hijos aboca la dinastía de Julia al colapso. En medio del dolor físico y moral que padece la augusta, cualquiera se habría rendido. Se acumulan tantos desastres que Julia siente que es como si luchara contra los dioses de Roma. Pero, en medio del caos, una historia de amor más fuerte que la muerte, una pasión capaz de superar pruebas imposibles emerge al rescate de Julia. Nada está perdido.
Un huaco retrato es una pieza de cerámica prehispánica que buscaba representar los rostros indígenas con la mayor precisión posible. Se dice que capturaba el alma de las personas, un registro que ha sobrevivido oculto en el espejo roto de los siglos.
Estamos en 1878, y el explorador judío-austriaco Charles Wiener se prepara para ser reconocido por la comunidad académica en la Exposición Universal de París, una gran feria de "progresos tecnológicos" que cuenta entre sus atracciones con un zoo humano, culmen del racismo científico y del proyecto imperialista europeo. Wiener ha estado cerca de descubrir Machu Picchu, ha escrito un libro sobre el Perú, se ha llevado cerca de cuatro mil huacos y también un niño.
Ciento cincuenta años después, la protagonista de esta historia recorre el museo que acoge la colección Wiener para reconocerse en los rostros de los huacos que su tatarabuelo expolió. Sin más equipaje que la pérdida ni otro mapa que sus heridas abiertas, las íntimas y las históricas, persigue las huellas del patriarca familiar y las de la bastardía de su propia estirpe -que es la de muchos-, la búsqueda identitaria de nuestro tiempo: un archipiélago de abandonos, celos, culpas, racismo, vestigios fantasmales ocultos en las familias y la de construcción de un deseo tercamente anclado en un pensamiento colonial. Hay temblor y resistencia en estas páginas escritas con el aliento de quien recoge los pedazos de algo que se rompió hace tiempo, esperando que todo vuelva a encajar.
¿Quien o que mutila y mata a los niños de un pequeño pueblo norteamericano?
¿Por que llega cíclicamente el horror a Derry en forma de un payaso siniestro que va sembrando la destrucción a su paso?
Esto es lo que se proponen averiguar los protagonistas de esta novela. Tras veintisiete años de tranquilidad y lejanía, una antigua promesa infantil les hace volver al lugar en el que vivieron su infancia y juventud como una terrible pesadilla. Regresan a Derry para enfrentarse con su pasado y enterrar definitivamente la amenaza que los amargó durante su niñez.
Saben que pueden morir, pero son conscientes de que no conocerán la paz hasta que aquella cosa sea destruida para siempre.
Llegado a la literatura justo en el momento en el que acababa el Simbolismo, y fallecido la víspera del advenimiento del Dadaísmo en París y del nacimiento del Surrealismo, Guillaume Apollinaire (18801918) desarrolló una obra situada en la encrucijada de las principales tendencias estéticas que atraviesan el siglo XX. En "Las tetas de Tiresias", subtitulada "Drama surrealista en dos actos y un prólogo", Teresa muda de sexo y se convierte en hombre para librarse de las imposiciones sociales que sufre como mujer, tras lo cual abandona a su marido y emprende una exitosa carrera militar en Zanzíbar. El marido, a su vez, se adapta a la situación y asume hiperbólicamente los roles asociados a las mujeres, llegando a tener en un único día 40050 hijos. Ingeniosa, irreverente y arriesgada, la obra de Apollinaire cuestiona y desafía la moral de su época.
La cultura checa de los años sesenta del pasado siglo gozó de una sorprendente vitalidad: la literatura, el teatro y el cine mostraban una originalidad y diversidad excepcionales, en vivo contraste con la acelerada descomposición de las estructuras políticas y los embates de una ferrea censura. Esta obra contiene dos textos del gran intelectual checo: su discurso ante el Congreso de Escritores de 1967, en el que abogó valientemente por la autonomía de la cultura y la libertad de los creadores, y Un Occidente secuestrado (1983), un extenso artículo que en su momento suscitó un vivo debate político en las principales publicaciones culturales europeas.
«Tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, después de que el gobierno alemán hubiera decidido, a causa de la escasez creciente de mano de obra, prolongar la vida media de los prisioneros que iba a eliminar.» Así comienza Si esto es un hombre, crónica en lenguaje mesurado y sobrio de la espera de la nada, la privación cotidiana, el olvido de la condición humana de los prisioneros de los campos de exterminio nazis.
Completan la Trilogía de Auschwitz dos obras posteriores: La tregua (1963), relato picaresco de las tribulaciones de un grupo de italianos, liberados de los campos nazis, que recorren durante meses los caminos de Europa central en compañía del Ejército Rojo, y Los hundidos y los salvados (1986), un ensayo en el que Primo Levi trata de comprender las condiciones y circunstancias que permiten la degradación del ser humano.