Eva Landaluce regresa a Formentera, el lugar donde fue tan feliz, pero que ahora recuerda con tristeza. Allí, en la finca familiar El Paraíso, encontró años atrás el cadáver de su padre, cuyo asesinato nunca ha sido aclarado del todo. Lorenzo fue un hombre carismático, un reputado joyero que se obsesionó con una pieza legendaria: el collar de diamantes de María Antonieta.
Con el corazón anegado de emociones, Eva debe enfrentarse una vez más a la tragedia y a los secretos del pasado: desde los misterios que siempre rodearon a la figura de su padre hasta el repentino silencio de su hermana.
Porque algunos sentimientos, igual que los diamantes, son eternos.
Suena el teléfono temprano con la urgencia de las malas noticias, y el narrador escucha a su hermano anunciar que su padre está infartado de camino al hospital. El hombre, admirado y amado por su hijo, había ido perdiendo la cabeza a manos de la ingrata vejez, y ese olvido y esa mirada extraviada despiertan en el protagonista la necesidad de contar la historia de ese trabajador humilde. Historia que no se puede contar sin la del barrio que los vio crecer a Gilmer y a sus hermanos, y la de sus habitantes que lograron eludir la fatal cuadra y sus improbables devenires, tan cargados de realidad colombiana como ningún otro.
Aranjuez se convierte así en el escenario de vidas complejas a las que la mirada sensible de Mesa dota de dignidad y esplendor, en la medida en que nos comparte el dolor profundo del hijo que observa los desvaríos de su padre.
Iola, Colorado, 1948. Victoria Nash es una joven de diecisiete años que ayuda a su familia a cultivar melocotones a orillas del río Gunnison. La vida parece sonreírle cuando conoce por casualidad a Wilson Moon, un joven vagabundo con un pasado misterioso, de piel morena y ojos negros y brillantes, si bien la chispa que se enciende entre ellos acabará desencadenando tanta pasión como desgracia. Y cuando la tragedia les golpea, Victoria decide abandonar la vida que lleva y huir a las montañas para protegerse a sí misma y el secreto que guarda en su interior. Con el paso de las estaciones, Victoria consigue hallar fuerzas para recuperarse y seguir adelante, gracias también a su amistad con mujeres tan fuertes y valientes como ella, aunque muy diferentes.
Inspirada en hechos reales, Como si fuera un río es una historia palpitante de resiliencia femenina frente a las dificultades, las prevenciones y las pérdidas, pero también sobre la capacidad del ser humano para encontrar coraje, camaradería y un hogar en las circunstancias más adversas.
Un adolescente escapa con una chica a la que ha secuestrado tras matar con una pistola a un guardia de seguridad. Esta es la historia de una huida, una road movie en la que la maldad disimulada, la imposición de una identidad y el machismo soterrado son motivos suficientes para que el protagonista se fugue en compañía de la chica y reclame a voz en grito, en cada uno de sus actos, que lo dejen en paz.
Caídos del cielo fue adaptada al cine por el propio Ray Loriga (La pistola de mi hermano), que plasmó en imágenes ese mundo de obligaciones y retos que ponen en evidencia lo que hay detrás de él: nada.
La realidad debe ser otra cosa, a lo mejor otra cosa peor, más mala, algo atroz, en fin, como la respiración un poco agónica del hombre invisible que también soy yo».
Un alto ejecutivo se queda en paro y decide rehacer su vida al margen de todo lo que le rodea, contando con su imaginación como única aliada. A partir de ahí, y desde el mayor de los sarcasmos, vivirá como una aventura fantástica cualquier hecho cotidiano. El protagonistacrea un mundo propio, unas veces siendo él mismo, otras haciéndose pasar por otro. Otro que actúa con la insolencia y el respaldo de la locura más cuerda.
Un apasionante juego de encuentros y desencuentros con el amor, la soledad, el sexo, la amistad..., con la vida y la muerte, en definitiva. Mucho más que una novela, Tonto, muerto, bastardo e invisible es también una crítica a nuestra sociedad, hilvanada con un lenguaje lúcido y brillante.
Sobre un fondo de boleros, el protagonista de esta novela atraviesa la adolescencia con la frente cuajada de acné. Cada uno de aquellos granos era un pecado mortal, según le decía el confesor. El sentido de la culpa no podía desligarlo del pacer y éste era la hierba quemada del verano, el sonido de la resaca en la playa bajo el cañizo ofuscado por la luz del arenal.
Sobre un fondo de crímenes famosos en aquella Valencia todavía huérfana de los años cincuenta se desarrolla la conciencia del protagonista. El crimen de la envenenadora, el garrote vil a aquel esquizofrénico que asesinó y cubrió de flores a la niña antes de depositarla en una acequia, la aparición de las piernas depiladas de un hombre con las uñas pintadas dentro de un saco: a través de esta geografía de la memoria un tranvía con jardinera cruzaba la ciudad y se dirigía a la playa de la Malvarrosa. En ese espacio olvidó el protagonista la neurosis del padre, la tortura de una educación religiosa, la sordidez de aquel tiempo. Desde el fondo de la adolescencia llegó a Valencia un día en que todos los escaparates de las pastelerías exhibían la imagen del general Franco confeccionada a base de frutas confitadas.