La gran novela póstuma de Guillermo Cabrera Infante.
Con esta novela, digna sucesora de Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto, culmina el fresco de novelas en las que Guillermo Cabrera Infante retrató La Habana prerrevolucionaria como solo podía hacerlo un enamorado de la ciudad. La trama cuenta una pasión entre una adolescente arrolladora y un crítico de cine que le saca unos cuantos años, pero el tema no es la corrupción de la inocencia ni mucho menos el abuso del poder. A ritmo de música cubana y con un derroche de referencias cinematográficas, el autor se interna en los recovecos del deseo para relatar un imposible amour fou que halla su contrapunto en un uso gozoso del lenguaje.
La delicadeza en estado puro: naturaleza y lirismo
Flores es un breve y delicado libro compuesto por 42 poemas. Este poemario de Nieves Pulido, de clara influencia oriental, explora las correspondencias y tensiones que se dan entre poema y naturaleza, lenguaje y realidad. Ordenados a modo de manual botánico, los poemas van acompañados por las bellas ilustraciones de Eire (Irlanda Tambascio), que aparecen como una auténtica y logradísima reproducción de las flores originales.
Entre dos jóvenes de dieciséis años –Hans, nacido en una familia judía, y Konradin, rico aristócrata– surge una intensa amistad cuando coinciden en una selecta escuela de enseñanza media. Nos hallamos en la Alemania de 1932. Sin embargo, al cabo de apenas un año, todo habrá acabado: con el ascenso de Hitler al poder, Konradin entra a formar parte de las fuerzas nazis mientras Hans huye al exilio. Tan sólo mucho tiempo después, Hans, instalado en Estados Unidos, «reencontrará», en cierto modo, a su viejo amigo.
Un encuentro nos da a conocer a un Kundera, en cierto modo, inédito. En efecto, aunque el autor reflexione sobre sus «viejos temas existenciales y estéticos», lo cierto es que en este apasionado ―y apasionante― «encuentro» con algunas obras maestras de la literatura, la música y la pintura, el escritor checo aborda cuestiones hasta ahora poco o nada transitadas en sus libros anteriores.
Así, explora lo que la novela puede explicar sobre el ser humano, e indaga asimismo en las repercusiones, no siempre negativas, que el exilio tiene para el creador. También desentraña el papel de la memoria ante las tragedias del siglo XX y habla de la lucha desesperada del verdadero artista por asumir lo mejor de la tradición de su arte.
¿Existen las segundas oportunidades? Una boda frustrada. Un cálido reencuentro. Esta es la historia de Alex y Emma.
Junto a sus dos mejores amigas, Emma deja atrás la ciudad de Nueva York y viaja a California con el firme propósito de pasar las vacaciones con un cóctel en la mano, bajo el sol, en las cálidas playas de la costa. Un plan perfecto. O al menos lo fue hasta que se encontró con Alex, el chico que no solo le rompió el corazón sino que, además, la dejó plantada una semana antes de subir al altar para darse el «sí, quiero».
Por desgracia, Alex sigue siendo irresistible. Y, aunque Emma siente debilidad por su mirada azul y su sonrisa canalla, no está dispuesta a volver a caer en sus redes. Todo quedó atrás. Él quedó atrás. Así es como deben ser las cosas. El problema es que «querer» no siempre es suficiente y a veces hay recuerdos que pesan demasiado.
«¿Existen las segundas oportunidades? Si eres de las que piensan que el amor no siempre es dos más dos, sino algo así como sesenta y tres por cuatro, divido entre ocho y multiplicado por infinito, tienes que conocer la historia de Alex y Emma».
Tras un desengaño amoroso, Elisa está decidida a retomar las riendas de su vida e ir tachando propósitos de su lista de objetivos: seguir siendo la mejor en su empleo, casarse, formar una familia, mudarse a una bonita casa a las afueras… ¿El problema? Todavía no ha conocido al futuro padre de sus hijos. Pero ella no es de las que se rinden tras un fracaso y tiene muy claro qué tipo de hombre desea a su lado. Para empezar, uno que no se parezca en nada al abogado con el que debe competir en su trabajo, ese que está poniendo a prueba toda su paciencia.
Jack Helker es tan atractivo como borde. A pesar de su sonrisa insolente y de que es el típico hombre que debería venir con un cartel en la frente en el que pusiese «no tocar», Elisa es incapaz de ignorar el deseo que siente cada vez que él está cerca. Y, entre rocambolescas citas, Froot Loops y noches imprevistas, empezará a reconsiderar que a veces «perder el control» también tiene sus ventajas.
«Quizá la princesa no encuentre a un caballero a lomos de un corcel cuando se asome a la ventana de la torre, pero tal vez sí tropiece con un seductor chico de ojos grises el día que se atreva a dejar atrás los seguros muros del castillo».